miércoles, 29 de marzo de 2017

Ciro Alegría con su mundo ancho y ajeno en la fibra de internet.



Búsquedas.

Para entrar en el meollo de la cuestión  nos sirven las palabras de Ángel Glez. quien escribe: Nada es lo mismo, nada / permanece. / Menos la Historia y la morcilla de mi tierra: / se hacen las dos con sangre, se repiten.
Es decir, todo cambia porque   estamos sujetos a un proceso de finitud que nos obliga a luchar por superar situaciones que suponen un final de ciclo, con el consiguiente  trastorno en  nuestras vidas. Contra esa ineludible condición, los lenenses, en su ámbito urbano o rural, necesitamos esa fuerza vital que se llama  voluntad para resistir. Y resistir es buscar   alternativas, con ideas como base principal, para no sentirnos asfixiados como punto final. Hay que salir de la frase ¡no se hace nada! para referirnos a nuestros representantes y decirles que deben buscar y  asumir  iniciativas que supongan, siempre, afán de superación y un paso adelante. Porque para  administradores ya  están los funcionarios; nuestros representantes  públicos  están para rastrear oportunidades y poner en marcha iniciativas que nos saquen de la pasividad  que supone la molicie en la que estamos instalados. Con perdón.

Para empezar, y como el mundo es ancho y ajeno, según Ciro Alegría, cuando los recursos escasean o indefectiblemente se agotan, tal nuestra comarca en la actualidad, hay que abrir los ojos y buscar, sin complejos, actividades que salten sobre los manidos polígonos industriales que bien están, pero nunca como recursos únicos. Es bien sabido que para los tiempos de crisis hay una regla de oro: volver los ojos a la tierra. Sin embargo,   realizar este gesto, más conceptual que físico, no es fácil por la escasa consideración de que gozan tanto los terrenos públicos como los privados: no corren buenos tiempos para ellos. Pero como el mundo ahora es una aldea global, relacionados con la tierra, encontramos enlaces  con  ejemplos que nos hablan siempre de  una posibilidad. Entre tantos, la maravilla de nuestros montes de castaño o fayotales que son una biblioteca llena de  cuántos secretos y esperan la mano de nieve  que los desentrañe para gentes con fines e intenciones diferentes; ellos son una oportunidad  para que jóvenes como los de ahora, tan bien preparados, y viandantes, acuciados por la curiosidad, hablen de vida metidos de lleno en sus entrañas. Porque, indiferentes  como estamos con estos recursos,  estaremos de acuerdo todos en que los tiempos de las colas de obreros camino de las fabricas  ya se acabaron por mucho Tesla que salga en LNE; ahora los tiros van más hacia  los pequeños microcosmos a  los que hay que encontrar  sentido como si fueran asignaturas de bachillerato: economía, historia, literatura, geología, biología o medioambiente: así son nuestros  bosques, fuentes de vida, de trabajo y de esperanza. Y no solo madera que talar. Como también es hora de pensar en iniciativas complementarias de las tradicionales para que en nuestros pueblos y villa haya más que jubilados siempre pendientes del IPC como principal preocupación. Que los responsables pregunten y dejen de ser simples recaudadores de impuestos para administrar la  miseria. Aunque igual no lo hacen porque les xanes del Mofusu, desnudas, andan atemorizadas porque nuestra concejal de cultura dice que esa no es forma de vivir por  el decoro que exige un  proyecto municipal ¡Qué bien me cae esa mujer sin conocerla!
Tanta flor en esta primavera, fruto del silencio invernal, para gozo de los sentidos y de la presencia. 
- Otra textura del poema para regocijo de la inteligencia. 



                       DayenÚ: nos bastaría


Feliz quien respira, dichoso,
el aire nativo de su propia tierra.
                                                                                                   A. Pope

Dios mío, padre de Israel, palabra y mito en la infancia
de mis recuerdos, Padre nuestro
con la invocación en el retorno, como un nos bastaría
que si te olvido que se me olvide la diestra, Padre, y se me pegue
la lengua al paladar.

En este marzo, contrato y finiquito, me regalas
imágenes del silencio que abren el alma a la serenidad cuando tus ojos,
Padre, en mis ojos brillan como pétalos en el cerezo
camino ya del mañana vestido con el ayer por tu infinita misericordia.
Intemporal gozo por tu presencia, todo
apunta a una contemplación.

Brilla el endrino con los rayos, al vuelo rebatidos,
en su flor prieta y cascabelera cuando el ciruelo, por el tamaño, acompasa
en la distancia el fruto de tanto fervor uterino con su belleza:
la mordida en su carne es la salmodia en los versículos de Salomón:
se han mostrado las flores en la tierra,
el tiempo de la canción ha venido,
y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.

Y a mí, aquí,
que se me pegue la lengua al paladar o que me olvide tu diestra,
Padre altísimo, oh Yahveh, si no goza con tu presencia
la mía en el corazón:
dayenú,

nos bastaría…

miércoles, 22 de marzo de 2017

¿Quién se atreve contra la periferia de las palabras? Sólo quien no se atreve a buscar una entrada en ellas. 




REVOLTIJO
                            Para Ana G. de Loza: tantas cosas.


Este revoltijo  que zascandilea en  mi alma, a deshora, 
mientras el reloj anda a lo suyo, a risas con el tiempo
en la mochila  de las palabras con síndrome de café.  En
este revoltijo, amable lector, las hojas con  primavera
hacen de setiembre  la apacible sombra que se cuelga
de una sonrisa, hija del recuerdo y la nostalgia.

Encontrarás, también, criaderos de arañas  bien diminutas
o gordas y peludas como tarántulas de laboratorio:
desayunan pálpitos de corazón o  de confianza 
como entradilla para un día de sol  con nubes 
en tránsito hacia el aguacero del anochecer: la soledad.

Y, con lo dicho, no  pienses  en  síntomas de derrota. Al contrario:
el pie en el estribo y el silencio en la grupa de  la vida, o
 la suma de cuentas, entre los dedos,  del rosario
que cobija  la fuerza en el revoltijo  cual  conservante,
 son el maratón de todos los días con las ansias  de victoria
en los cien metros o lo que sea, con el hábito de vencer.
Post-data a los textos circunscritos: si los diez aquí manifiestos  son los puntos ordinales de  la modernidad líquida, en esta post-data dejamos constancia del gusano, cual parásito, con más presencia  en el ámbito español. Con perdón.


Resultado de imagen de sanguijuela


sanguijuela                





cuánto drama en la acéfala sanguijuela que toma prestada la del político español. 


miércoles, 1 de marzo de 2017

Donde habite el olvido// en los vastos jardines sin aurora ... 



Esa lacerante herida.


Todos tenemos paisajes que marcan nuestra infancia y la definen; hay quienes tienen  en su alma las marcas propias del ámbito rural: sus colores, les caleyes, sus caminos  con  los senderos  que sirven de atayos para llegar a casa antes de oscurecer.  Otros, por el contrario, más hijos del asfalto, llevan en su alma nombres de calles y plazas.  Sin embargo,  entre ambos hay un punto de encuentro que es el cultivo de la inteligencia. La misma que nos sirve para añadir años a la vida o la que nos ayuda a poner vida a los años mediante la educación y la cultura, únicos para  diferenciar clases sociales. Sea como sea, si por avatares  nuestras vidas son en  espacios distintos a los de nuestra infancia, siempre hay un regreso. Sobre el último a la tierra mía, donde el mundo tiene nombres que balbucearon hace cientos de años quienes se asentaron en ellas, encontramos propiedades que cambiaron de dueño. Observamos que los matorrales cercan a los pueblos y que los accesos a las fincas mejoraron  tanto que los tractores llegan donde nuestros abuelos apenas se sostenían con les madreñes. También podemos decir que percibimos un despoblamiento  dramático aunque suavizadas las consecuencias  por la abundante maquinaria agrícola que no impide, por otra parte, que  nuestras aldeas sean  el moridero de hombres al que se refiere  G.Márquez; y con otra característica: hay tantos árboles que los pájaros, al amanecer, son  como  un impertinente despertador. Es decir, todo muy idílico hasta que, en carretera hacia una casería, nos encontramos con esa lacerante herida,  ya convertida por el tiempo  en lacra ponzoñosa, que son las ruinas de aquellas minas que tantos beneficios, sin responsabilidades, generaron a sus dueños; y que después de la feroz explotación,  por cuestiones de mercado, abandonaron todo, incluidos los residuos minerales que todavía siguen vivitos y coleando pese a los setenta años transcurridos, sin importar a nadie que el profesor G. Claverol escriba un libro y artículos, en la actualidad, sobre las consecuencias de los mismos;  aquí nadie se da por enterado para curar esta herida  medioambiental, con categoría de lacra:  los responsables aplican la formula común a  cualquier problema que tengan entre manos;  la que tiene como base, el olvido. Y como el tiempo pasa y retorna siempre con falsas promesas, con el libro en la mano que se titula Primavera silenciosa de Rachel Carson,  propongo,  a mis acompañantes, declarar, previa publicación en el BOPA, los terrenos de la Soterraña  como Monumento Regional contra la ineficacia y la indolencia  de los políticos que durante setenta años no ejercieron sus responsabilidades. Si leyeran este libro que en tiempo les  regalaremos, sabrían bastante de la relación del arsénico con el cáncer y con  las aguas residuales; es más, talmente parece que sus diecisiete capítulos tienen como campo de trabajo esta lacra que nadie se  preocupa de curar. Porque, entre tantas ocurrencias como tienen, ni siquiera  piensan en  reforestar los alrededores para que los pájaros vuelvan a cantar. Desconocen, tal vez,   que lo mismo que en los alrededores de los campos de exterminio nazi no había pájaros, según cuenta Semprún,  aquí  tampoco  pero sin judíos.