lunes, 18 de febrero de 2019







La cigüeña

Llegaron,  aunque de blanco,  y  con tus palabras
hacías  con lo efímero un invierno de nieve y de luz,
cuando la cigüeña hace  patria en tu Villamanín.


Y con Dios ausente y el amor a la puerta de una
gran helada, la cigüeña en el chopo de la ribera
fue tu ancla al espacio cuando el tiempo rehúye
su nombre. Fue ella quien te dijo, con  el silencio,
que la vida es así,  un retorno y ver volver: Villamanín.

Allí estabas alrededor de ti misma; con el destino
escondido en tu silencio y acechando  cuando,
de repente, en el horizonte un aire con pluma,
desmadejado y zancos de cristal, fractalizado,
como un punto en la nuit. Aprendiste, sin querer,
que el recuerdo es volver, esencia de eternidad.  

Aquella cigüeña y el viaje, como un  sueño,
es lo nuestro: en rotación sobre la nada,
pese a la distancia, nos queda la memoria
como  los  árboles y una torre  donde un día
posiblemente llegue, cuando menos, el amor. 

jueves, 14 de febrero de 2019


¿Será esto la pobre España, con los acechantes  de siempre?



Vivir España

Es lo que somos: un zapateado. Vivir España
es repetir la historia
y mascar  palabras que nos llegan,
como los genes, teñidas en negro y azul.
Sí. En este instante, breve y duro instante,
así es vivir España.

Son colores de guerra, enquistados en los tuétanos
del alma;  como flechas en sus objetivos, clavadas.
Traspasan el tiempo y la historia y los nombres
de siempre  que se repiten
como la morcilla y la violencia y la indómita
humildad  del cabrero vestido
de comunión, la primera: desde el Sánchez
a la Numancia, hambres de siempre
y tormentas de mujeres camparon en la tierra de Caín
hasta el día, en la fecha.  

Y acrónimos incluidos,  gentilicios de agua o papel
te visten con zapatos  de charol
y dignidad desdentada que te hace tan rota
y talón sangrante del bárbaro Occidente,
hija de Yago, España.

miércoles, 6 de febrero de 2019


     Mis gatos
    
Que son alérgicos a la soledad y a la palabra, mininos
con ámbar en la mirada y el  azulete en el corazón 
como tinte del vivir, con sus genes en el color, variopintos; 
son, además,  como Armando o Mariví,  con uñas 
para abrir en canal  almas que huyen del silencio 
como agua del cristal.

Igual este Millán, rebelde y  dormilón, pertinaz
 refutante  e impertinente, adorable al anochecer, que  me
runrunea  mientras hace del tacto el milagro del amor:
-Ay, Millán, mi bribón, háblame, desde el cuello,
 de tus correrías, si en balde como las mías: el milagro
de la palabra para el recuerdo es bálsamo
que limpia la cicatriz como residuo del amor.
Esta y  aquella o la otra y  alguna con sus mentiras
me succionan el lenguaje y sus circunstancias.
Y como tú, amigo,  ni siquiera somos recuerdo
o noche estrellada sin niños ni risas ni cosquillas. 

¿Y tu Paquita? distante ella o indiferente,
 si te vislumbra, con  su colita-caracol te arroba
los sentidos y los pálpitos  del corazón.
¡ Cómo nos deja el amor! Nos cimbrea el alma,
nos quema las palabras y, con sus cenizas,
abona los deseos que nos aturden
y hacen de tu gatita lo propio que haría yo:
mantenerla viva como polvo enamorado.

  ... en un jardín donde los gatos se comían las ranas. F.G.Lorca