Campanas
Un día de octubre de 1.934,
mientras tronaban los cañones y los disparos de la fusilería hablaban de nuevos
enfrentamientos en Ronzón y alrededores, los vecinos de una parroquia lenense,
alarmados, se juntaban en la carretera, donde el cruce; no querían que los
revolucionarios llevasen las campanas de
su iglesia para fabricar cañones en Trubia. -"Ya pasamos por la quema de los retablos
porque eran muchos y estaban armados", decían; pero eso de llevar
"les campanes pa facer cañones en Trubia, ni hablar".
-Y les campanes nun se llevaron.
Y ahí siguen con la función
que tienen encomendada desde siempre, sin límites de tiempo: fomentar la
comunicación entre los vecinos de los pueblos dispersos por medio de sus
tañidos que lo mismo convocan a un acto religioso que anuncian la muerte y
entierro o funeral de un vecino o avisan de un incendio incontrolado. Es decir,
las campanas cumplen una función religiosa pero también cumplen un servicio
civil, comunal, de gran importancia cuando no estábamos asediados por tanta
tecnología.
Y como casi todos los pueblos del concejo tienen su
capilla, con sus imágenes, su espadaña y su campana (si no la robaron o la
vendió el cura), dice mucho de sus vecinos la conservación del conjunto que
cumplió una función social y religiosa desde los tiempos: no hay que olvidar que
cuando los acechaban más penurias que alegrías, para subsistir con la fuerza vital
necesaria, recurrían al
silencio de su capilla, con las imágenes
de siempre a las que se encomendaban para vencer el mal que torturaba su
alma. Y eso hay que respetarlo porque es un patrimonio espiritual que va más allá de casas y cuadras y praos; y cuya
conservación sería argumento principal contra la desidia cultural, ignorancia, que
en ocasiones se les atribuye a quienes viven en las aldeas. Pues bien, este
patrimonio espiritual que nos legaron junto a caminos, fuentes, sebes, árboles
y construcciones en piedra, ahora que los pueblos quedan deshabitados, sufrirán
las consecuencias de una orfandad deshumanizada y correrán serio peligro por la
abundante maleza que los destripará. Y como
unos son más frágiles al tiempo que otros, por la soledad a la que están
condenadas allá en su humilde espadaña, y porque están sujetas a robos como las
de Fierros, no estaría de más que se resaltara su valor con un inventario como
ya se hizo en Urueña. Sería un buen ejemplo para demostrar el compromiso con el
muy rico patrimonio rural donde está escrita la intrahistoria del concejo y sus
gentes. ¡Ay, las campanas de Rosalía de Castro que "Duraran más allá de nuestro olvido", como escribe
Borges.