Caracteres
es la soledad.
Y sin amor,
es el vacío, eco siempre la nada.
Por lo mismo,
cuando falta el deseo,
nunca hay esperanza:
la belleza es la luz
muy ajena al tacto y al silbido
de la flecha que va directa al
corazón.
Querencias
¡Son los que quedan!¡
Lo que resta del naufragio!
Para hablar de mis años
tengo
álamos habitados,
aquellos de mi infancia de inciertas de palabras,
incógnita!
Hicieron lo que yo con
los días: hacer prisionera
la luz, amasarla en el
alma y dejar que
las brisas acompasen
el fuego
de las mil estaciones
que son las palabras hasta el día y la fecha..
Sirva de ejemplo:¿
Cuánto, del amor, ¡ay!
se queda, de todo
aquello que fue?
En el horizonte
de un mar bravío las olas
se hacen silencio
cuando buscas la
sombra de su compañía:
ni las formas con su
figura permanecen.
Desdibujadas,
abren puertas
a otras puertas
que son memoria de
recuerdos
desvaídos: "mis
álamos habitados.
aquellos de mi
infancia de inciertas palabras, incógnita": como todo.
Carrapiellos
Allí
cantabanlu todos,
Incluidos los pequenos
Cuando de escuela venían
Saltando por los senderos.
Recibieronlu de boca,
De boca de los abuelos
Que lo supieron de siempre
De
boca de sus ancestros.
El casu ye que la historia
Pasaba de los veneros
A les fuentes que nel pueblu
Alivian a los sedientos,
A los que tienen memoria
Y sentaos nos tayuelos,
Calecen al pie del llar
Al mor siempre del fuego.
Allí taba la güelina
Con la historia pa los nietos
Mientras quel güilu dejaba
Al garabetu bien puestos
Los dientes que le faltaban,
Rotos en aquellos cuestos.
Y mientras la güela yos daba
Farines paquella cena,
Cantaba llena de pena
Con sones de la alcazaba:
Ella
yera una cristiana
De
los montes de Muñón,
Pariente
de aquellos condes
Del
castillo de Gozón.
Tenía,
pues, buen linaje
Y
mejor el corazón.
Yera
el caprichu del padre
Yera
pa él una flor.
Y
yera la voz que tenía
El
canto del ruiseñor.
La
desgracia vino sola
Por
el río del Pontón
Con
los barcos que llegaron
De
aquel moro, el muy traidor,
Que
buscaba les manzanes
Pa
les tartes del señor.
Cuando llegó, sigilusu,
Al
rabión Santumaero
Que
nun dejaba pasar
Ni
les truches más cimero,
Pensó
que perdía el día
Sin
botín como pretexto.
Cuando
taba cavilando
Y
casi desengañéu,
Vio
cruzar medio asustéu
Una
sombra caminando.
Mandó
a los sus soldados
Traela ya, de inmediato,
Pa
llevala, como fuera,
De
prueba pal califato:
Sabía
de los caprichos
Del
Alaken, el hijastro,
Por
las mujeres del norte,
Las
de Muñón, sin recato.
Y
como taba en la esquina
Un
primu de la doncella,
Garraronlu
pa con ella
Pa
nun sentise solina.
Un
nietucu saltarín
Con
les farines na boca,
Preguntay
a la so güela
Por
el nombre de la moza.
-
Llamabase, la prubina,
En
cristiano y por ahora
¡ay!
Sonia la de Gozón,
Princesa
de muncha monta:
Con ojos de caramelo
Y
los manos de cristal
Y
con la risa en los dientes,
Yera
digna de mirar.
El
primu que foi con ella
En
el barco,por la mar,
Yera
tambien agraciéu
Como
el frisnu del Cordal.
Y
llamabase Josín,
De
talla más que normal.
Ya
en tierra de sarracenos,
Con
el calor del verano,
Según
dice la leyenda,
Entraron
en el palacio
Con
la tristeza en los ojos
Y
con la suerte en los manos:
Con
el correr de los días
Que van faciendo los años,
decíase
nes leyendes
que
trajeron los soldaos
que
allí dejáronlos ser,
por
méritos persobraos,
los príncipes del amor,
modelo
de enamorados:
Pasaron
penalidades
Y
supieron ser esclavos
Como
los fuertes y bravos
Que
vencen dificultades.
Supieron
en el palacio
Navegar
les torrenteres
Con
el genio de asturianos
Y
superando les penes.
Foi él quien salvó al califa
En
la oración del los jueves
Del
acero de un traidor
Vendíu
a los nuestros reyes.
Desde
entonces fue la sombra
Tan
segura como siempre,
Que
tenía que cruzar
El
camino de la muerte
Pa
llegar al corazón
Del
príncipe berebere.
Llegó
a ser el capitán
De
la guardia de los siete
Que
pagaban con la vida
Si
por desgracia ocurriese
Lo
que munchos deseaban
Por
les envides internes:
Quitar
al padre del medio
Pa poner al hijo imberbe.
Lo
único que pedía,
Pa
compensar el peligro,
Era
tener en sus ojos
La
sombra, como testigo,
Del amor,
un clavo ardiente,
De
la paz el enemigo:
Soni
tenía de nombre
Y
ella era el motivo
¡Ay
¡de tantas osadías
Como
pedía el destino.
Y
cuenta la tradición
Que
Josín y Sonia fueron,
En
Córdoba la lejana,
Las
torres de muchos vientos
Para
un amor sin palabras
En
los estribos del tiempo,
Tan
breve como un suspiro
Tan
suave como un recuerdo
Tan
fuerte como el abrazo
Que
para morir se dieron.
Están
en la tumba xuntos
Por
siempre ambos parejos.
Fue entonces cuando la güela,
Casi llorando, tapaba
El cuerpin del so nietucu
Que ya en la fueya soñaba
Que los barquinos de oro
Tenían remos de plata.