domingo, 20 de julio de 2025

 

Cansado de la edad sentí mi espada


 

 

Me cansa la edad y me pesan las palabras; la niña de Alepo
Es una espina en el corazón;  como los trece mil niños 
De Gaza que me siegan la alegría de vivir: de nada sirvió
a estos errantes las cenizas del amado Katzenelson
y sus versos, como ríos de lágrimas, para nada.
 
¡Hay tanto que decir! ¿Cómo meter en un verso
donde vivo, con prevalencia de máscaras? Ellas
son las que avalan  las prédicas de filisteos
que hacen, del odio,  la España que duerme
en la cuna,  a los gritos de la saña, con un diente
herido por la bondad o un bocado de sangre que
amamanta el rencor. Me pesa la vida y la edad
y me duelen también las palabras: lo del  poeta  
que decía "del amor que nunca es" sabía
de lo que hablaba: de la mejor de las bestias,
con apellidos de humanas; la misma de la que somos
con los pronombres y fábulas, embaucadores
y tristes, frágiles al tacto y a las roturas del alma.