Homenaje a la
sutilidad.
El pintor Fernando
Fueyo recibe el premio "Alfredo
Noval" por su trayectoria vital que incluye la defensa a ultranza de la naturaleza y su especialísima
sensibilidad. La misma que luego es ejemplo de su maestría como muñidor de sus veneros.
Y bien que se lo merece porque este maestro de la acuarela es un maestro de la
fragilidad. La delicadeza de sus finísimas pinceladas regalan
el soplo de vida necesario, un hálito,
que obliga a pensar en belleza y a pensar en la imprescindible serenidad
espiritual necesaria para captar la soterrada belleza que con celo guarda el
protagonista sobre el que reposa su mirada.
Y como es un acto
público donde se reconoce un fructífero periplo
vital, el de Fernando Fueyo,
artista recalcitrante, digamos que por respeto a su figura intelectual y
humana, tendríamos que darle una definición, tratar de encerrarlo en cuatro
palabras. Esta idea nos ayudará a sobrepasar sin problema la sombra de su
figura, diminuta y ramificada como las cañas de los árboles que lo hacen su
prisionero. Y entonces recurrimos al
concepto que se dice razón vital, de Ortega y Gasset. Como
Fernando, es un pensamiento que nace de
la vida, agarrado a la vida y que la proyecta más allá de sí misma. Es lo que
hace el pintor y su obra, trascender.
Por propia experiencia sabe que el mundo
de la cultura y de la razón es la balsa en la que nos podemos salvar del
naufragio que supone la existencia.
Por eso les regala,
como agradecimiento, las palabras del poeta asturiano Servando Cano que hace
suyas y dicen:
- "Le digo al mirlo, que aún conserva en el pico el color amarillo
del trigal, que me traiga la última voz
humana que perdió la fe en el horizonte, como el álamo talado perdió en ansia
de la cima, para que mi corazón repose en los hombros cansados de la luz".
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