¡Qué le voy hacer! A cuestas con la niebla
que me sustrae las
ciento y diminutas
florecillas del ciruelo,
salgo de la nostalgia y de la tristeza
de un febrero sumido en el silencio
invernal. Sí, salgo cuando el día es luz y los arpegios
son alegría y una esperanza.
¡Como un respiro! ¡Son tan diminutas!
¡Y valientes!
Son ellas las que rompen el rictus
del invierno y su recuerdo
de sombras y palabras
como
máscaras del dolor.
Y por ellas,
tu nombre me llega
a la esquina
del alma donde el ayer y el mañana serían
unos cientos o miles de ciruelos en flor o
tres palabras no más.
tres palabras no más.
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