GIACOMETTI
Sin una bibliografía que lo fundamente, y escribir que el consumo, como capacidad económica
personal, es uno de los conceptos que
marca las diferencias entre generaciones, no sé si es arriesgado. Lo que sí
está claro es que aquella idea de los quince años para marcar generaciones está
obsoleta: internet y las nuevas tecnologías cambiaron por completo actitudes
vitales, gustos sociales y posibilidades de información: la velocidad es la
reina de nuestras vidas sin necesidad de consorte. Pues bien, como principales usuarios
de tanta nueva tecnología con sus artilugios correspondientes, los jóvenes son
los mejor preparados y los más
aventajados, sin duda, para obtener el mayor rendimiento. Y pese a todo, a
pesar de disponer de la máxima información, y de estar en cabeza por una formación
académica como nunca en este país, sin embargo los vemos orillados
de la política; de esta política, a la española, que requiere el coraje burdo, mezquino de las
peleas callejeras; de esta política que es un circo de vicios más que de
virtudes; y que es el resultado de la forma de hacer de tanto moderado y su sentido común, bobos ilustrados,
según F.de Azua, y que son los padres de tanta desventura social.
Por el contrario, hay que decir, en su favor, que a estos jóvenes no los representa la escultura
de Giacometti, el perro vacío; no son
almas desangeladas; es cierto que son
los principales nutrientes de tantas ONGS como hay; son personas sensibles que saben
que en una aldea cuando fallece un anciano, desaparece una biblioteca. O van a las residencias de ancianos para
hacerles compañía o plantean dilemas esperpénticos, para nuestras
instituciones, como tener un techo solar o tener casa y tener wifi o tener hijos.
Porque si hablamos para hacer una descripción de
su periplo vital, ya son culpables hasta de las pensiones que cobrarán cuando
ni siquiera empezaron a cotizar pues sufren la tasa de desempleo juvenil más
alta de Europa. Para qué seguir. Sigue tan real como siempre la idea de que
escribir en este pobre país es echarse a
llorar. Alguna vez, sólo alguna vez, las instituciones tienen que
hacerse cargo del futuro e invertir en juventud que es riqueza y es calidad de
vida. NO lo es la emigración como objetivo; un objetivo de quienes después de años de
estudio y sacrificio, tienen asentarse lejos de todo lo que fue su entorno
vital, hasta la fecha. Y esto no es una leyenda urbana que tapa esa lacerante
herida, como un estigma vital.