Día a día
Día a día y sin luz, un grisáceo amanecer y sin prosa, armonía en el aire de colores y sonidos: mis pájaros y los árboles que los arrullan mientras despiertan los pasos que me llevan a la rutina, alma de la serenidad. De mi corazón a mis asuntos, los mininos reclaman contra su hambre, la matutina ración de la caricia, melosos. Y para seguir con la vida en el regazo, la rutina que nos arrulla como la madre con el hijo en la mirada: la que nos hacer pensar, con esperanza y convencimiento, en aquellos días azules y los calores de la infancia, óbitos del tacto. Sin olvidar mis vetustos árboles que me hablan con los vientos marcinos del tiempo como la lluvia: mañana.
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