lunes, 10 de marzo de 2025


 
Rincones
Los rincones que me habitan:  universos
 del  gris  áfono del silencio.
 Y tamizados  por la cruel fragilidad de la duda
 son también  la esquina de mi corazón. 
 
A cientos,  son  el refugio del alma. Anidan
en ellos, contra el tiempo, los recuerdos:
 escuderos fieles  que resisten las derrotas
 vestidos, sí,   con   lágrimas de la  nada. 
 
Además,   allí escriben las miradas
 los milagros de la luz o del trazo   
 espurio  de lo efímero.
 Del rasguño aquel, dúctil y frágil  
de tu sonrisa, una sombra incolora
en la yema de los dedos, sin pasión.
 
Mis rincones:  los escollos  del olvido,
con las trizas de la vida, hacen mis páginas
 y una tintura invisible con las letras de tu nombre
  muy lejos, en una lejanía, allá: donde liban,
incansables, los asideros del silencio que me habita .


 

 

 

 

 



domingo, 9 de marzo de 2025

 

Rincones

Los rincones que me habitan…  Donde son universos
colgados  del  gris  áfono del silencio.
 Y tamizados  por la cruel fragilidad
de la duda, la sombra, esquina del  corazón.  
 
A cientos, hacen del alma un refugio.
En ellos anidan, contra el tiempo,
los recuerdos: escuderos fieles , son  azul-lágrimas
de la derrota. Y los habitan las miradas de la risa.
Aquellas  que son regalo de una escritura
o de un trazo banal y espurio  
 de una esperanza dúctil y frágil  de la nada.
 
Mis rincones:  los escollos donde el olvido, con las trizas de la vida,
hacen páginas de luz y una tintura invisible
con las letras de tu nombre  muy lejos,
en una lejanía, allá: Donde liban, incansables,
los asideros del silencio que me habita .



- Otra versión

sábado, 8 de marzo de 2025

 

Rincones

Los rincones que me habitan…  Donde las palabras  son
universos colgados  del  gris  áfono del silencio.
 Tamizados  por la cruel fragilidad
de la duda, la sombra es la esquina de su corazón.  
 
A cientos, hacen del alma un refugio.
En ellos anidan, contra el tiempo,
los recuerdos: escuderos fieles , son lágrimas de la derrota,
Los habitan las miradas de la risas, aquellas
como regalo de una escritura o de un trazo y
también de una esperanza: nada.
 
Mis rincones:  los escollos donde el olvido, con las trizas de la vida,
hacen páginas de luz y una tintura invisible
con las letras de tu nombre  muy lejos,
en una lejanía, allá, y liban incansables
los asideros de la vida, los silencios del mañana.  

lunes, 3 de marzo de 2025

 

Aquellas mujeres
¡Cuánta tristeza en tu literatura!   Hilvanar palabras para tu vida es coser
lágrimas en los recuerdos y dar pábilo a  los sones de la ira. ¡Cuánto dolor
escondido en tu nombre de almizcle con azucena: como animales
deglutían tu alma de mariposa, su fragilidad de arrebol en el horizonte.
De sus dentelladas ¿ cuál de ellas, asesina, rompió tu corazón de papel?
¿Cuándo aquellos huesudos dedos ciñeron la violencia pétrea
en tu amor desatado? ¿Tal vez las cientos y miles de piedras
en tu camino con palabras vestidas de lágrimas
por el desamor, de ciénaga y  ciego de  animal herido.
Una vida, la tuya, aquellas mujeres, de caminos
en soledad, tu madre y la mía, hijas del hierro,
abrazaderas del destino en su alma de cristal,
vidas plenas del sufrimiento, almas fractales
con la  luz obsoleta para una vida mejor.
Como  la tuya, una vida de recato, humillante,
de miseria en los refajos del amor: nada.
 Aquellas mujeres, madres solitarias y vírgenes desposadas
con el deseo, a lo más, sufrían la indignidad de mujer
con el dedo como enemigo principal. Descansa en paz
y que el silencio os regale las palabras que la vida te robó.

 

Golondrinas

 

Amanecer

                          y el sueño que cae en brazos del raitán: el privilegio

                          del  canto

La luz

                          y  la cerezal con las mil flores que me dicen

                          los pasos que tiene el día.

El recuerdo

                         con la fecha  como muesca de la vida,

                         con estilo de soledad para seguir el camino.

Es la vida:

                        cien mil ojos que me niegan la esperanza

                        de los tuyos;  perdidos en la palabra, es la nostalgia

                        que riela, trémula, entre los dedos de la nada.

Y si vuelven

                        las oscuras golondrinas, nunca  vértices del amor,

                        desconocen nuestro aire, viciado por la ausencia

                       que nos vacía el alma,  y si vuelan, pasarán.

 

¿Qué nos queda?

                       Ya lo sabemos: es el amor que pasa.

                       Es el amor que buscamos; es el amor

                       que nos busca para buscarse en sí mismo;

                       los mismo que hacíamos nosotros

                       cuando él nos habitaba: siempre y nunca y mañana. 

                       

 

 

 
¡A  cántaros! Hoy llueve a cántaros
 las palabras de un poema; y  sus  versos calan
con  ternura  los confines del silencio:
mi alma o la tierra, como esta lluvia
de tormenta, a cántaros, espera, hacia la vida
días de sol con apacibles ensueños
de amor, como  una esperanza.
 
Agua de lluvia, invernal, un  noviembre
con hambre de nieve y  de vientos sin
corazón.  Agua de lluvia con profusión
de invierno, regalo de los cielos, mis recuerdos
anclados  en los mil nombres que se trenzan
como los ríos que van a dar
a la mar, que es el vivir; mi recuerdos, a dieciséis,
me llegan como esta lluvia, a cántaros.
Y como la lluvia, hacen fértiles mis días,
escasos de luz y de horizonte, como asideras
donde colgar las sombras que escamotean
las dudas de la sequía otoñal.
!Ay, amor! Esta larga sequía otoñal!

 

Árboles de ciudad

 

Con pena, marcan la sombra y las brisas del viandante
aunque no los sufra ni sepa de sus afanes por crecer y subir y subir
hasta donde la vida es  nube o la mirada del niño
que perdió el alma en el cometa que se fue.
 
¡Árbol de la ciudad! Hijo del verdugo
 que sorbe el cemento y la geometría
como índice vital, tu jardinero,  sin alma
para tus primaveras; lo  sufres. 
Y soportas
a quienes ignoran
hasta el nombre de tu identidad;  indiferentes,
al límite, de la vida que te roban
nada comparten que les sirva
ni mucho ni nada
para su esclavitud. ¡Pobres árboles de ciudad!