El sueño, los sueños, son el recurso de que disponemos para hacer verídico lo real: de mil nombres, uno solo queda en el tamiz del alma que nos sirve para filtrar la vida por el recuerdo: el tuyo, tu nombre.
AVATARES
Me encanta la lógica de los sueños.
David Lynch
David Lynch
¡Avatares de la vida! ¡Cuántos! Con la avienta en la era
de palabras,
castellano viejo,
tantas fueron como el aire lleva. Casi
fuego y siempre memoria, cual madrinas del corazón,
eran las flechas contra
las sombras y sus zapateos.
Llenas de manos
con lluvias y nieblas en
la luz
quemante de los
dedos, y
con pólvora en los ojos
del ayer al mañana,
un día y otro, como piedra
contra el viento por la araña del amor, cumplían
el requisito de romper con el silencio que sustraen
a la fugitiva
imagen los chorros de la pasión:
¡ cuánta desmemoria para el candil del recuerdo!
Fueron nombres, siempre nombres, con todas las inclemencias
que hacen del cauce el turbión con garras
para desgarrar el olvido. Imposible. Acechante
el miedo, hace con nosotros la mitad
de las palpitaciones
que ciñen nuestra cintura de papel, la nada por condición.
Queda, sin embargo, el sueño como juez
para diferenciar:
aunque teñidos de viento
tantos besos como
brisas tiene el amanecer,
al final queda tu nombre como dueño de mi voluntad
como el barco que
escribe su estela en el mar.
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