miércoles, 22 de febrero de 2017

El sueño, los sueños, son el recurso  de que disponemos para hacer verídico lo real: de mil nombres, uno solo  queda en el tamiz del alma que nos sirve para filtrar la vida por el recuerdo: el tuyo, tu nombre.







AVATARES
                  Me encanta la lógica de los sueños.
                                                                 David Lynch


¡Avatares de la vida! ¡Cuántos! Con la avienta en la era de palabras,
castellano  viejo, tantas fueron como el aire lleva. Casi
 fuego  y siempre memoria, cual madrinas del corazón,
eran  las flechas contra las sombras  y sus  zapateos.
Llenas de manos  con  lluvias y nieblas  en  la  luz
quemante de  los dedos,  y  con  pólvora  en los ojos
del ayer al mañana,  un día  y otro,  como  piedra
 contra el viento  por  la  araña del amor,  cumplían
el requisito de romper con el silencio que sustraen
 a la fugitiva imagen los chorros de la pasión:
¡ cuánta desmemoria para el candil del recuerdo!
Fueron nombres, siempre nombres,  con todas las inclemencias
que hacen del cauce el turbión con garras
para desgarrar el olvido. Imposible. Acechante
el miedo, hace con nosotros  la mitad  de las palpitaciones
que ciñen nuestra cintura de papel, la nada por  condición.
Queda, sin embargo, el sueño como juez
 para diferenciar: aunque teñidos  de viento
tantos besos como  brisas tiene el amanecer,
al final queda tu nombre como dueño de mi voluntad
 como el barco que escribe su estela en el mar.


  





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