Se me colaron en las palabras como rueda una espina en la sangre del corazón.
La saltaera
¿Cómo salir del
cielo que es azul como una naranja? ¿Como las nubes,
a lágrima viva para
que nunca falte a la noria
el agua como
palabra? Son hijas de la tormenta con vientos huracanados
sin la cocción de los sentidos, una salmodia derramada.
¿Deambular como un roto corazón? ¿Qué nombre para
restañar una herida?
Un silencio de miel podría ser cual bordón donde asir una
esperanza
en línea con el horizonte, el alma lisa y sin apellidos.
¡Qué gozo!
¿Y si hago del color un suelo firme donde senderos
innumerables
hacen posible un camino lleno de luz y de las horas del
día? Tal vez las imágenes
con mis dedos
forjan los clavos donde asir los
resortes
de la voluntad: la
implosión que arranca las astillas del corazón.
Y vuelta a empezar:
¿Cómo salir
del cielo que es azul como una naranja?
¿Dejarse caer
como pluma de sangre en las garras
del halcón?
¡Nunca!
Contra las sombras, con nuevos
objetivos y los pasos contados
para el esfuerzo final, un resorte y un punto firme
como el pábilo, en el desierto, de la antorcha del amor:
la saltaera,
la puerta del silencio , contra el viento, para volver a
empezar.
EL SENDIRU.
Sin pretensiones, como anillo del tiempo y de la prisa,
contra el rodeo de la palabra y la miseria de la sebes,
haces de la diferencia tu identidad: mis pasos son tu marca, la huella digital que te da un nombre
contra el volumen incierto de los caminos. En tu alma,
ellos cortan el tiempo y miden
la distancia contra la ansiedad y sus derivados; con el
miedo, pintan la oscuridad de fantasmas,
los cientos y
miles que te transitan desde el pasado
hasta mis días ( mis padres y abuelos o
atávicos
rencores). Que también son los tuyos por el polvo vívido que nos encadena a la
imagen presa por el afán de llegar. Y siempre contra la finitud. Donde quiera
la esperanza, donde sean las miradas, donde nunca los recuerdos, donde siempre tu
presencia, bebes del caminante la sangre que apaga la sed de su prontitud.
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