Miro hacia atrás y sólo encuentro un lejano y doloroso
olor a brezo, piensa mientras sueña sentado a la puerta de casa, con los nietos en las rodillas.
Contra el
paternalismo rural.
Se
publica tanto y tan bueno que con cuatro libros y tres versos se hace una radiografía del ámbito rural lenense
o asturiano porque ambos a dos están en
igualdad de condiciones. Los dos tienen las mismas características: una sangría
demográfica imparable, una falta de proyectos
absoluta, y un paternalismo feroz que convierte a sus habitantes más o
menos en tontos de capirote. El ámbito rural, que tendría que ser el mimo de la
sociedad asturiana, la niña de sus ojos, es un ejemplo claro de la falta de ideas por falta de interés por su
futuro; aquí todos están a verlas pasar sin verlas venir. ¡Y si por lo menos
leyeran! En títulos como Palabras mayores de E. Gancedo o Alabanza
de aldea de A. Martinez encontramos la medida del presente de nuestras
aldeas que siguen atrapadas en un pasado
primitivo como escribe G. Sand, pese a tantos tractores y máquinas de segar por habitante que las
transitan. Y porque todo se resume en estos dos versículos del libro La
lentitud de los bueyes que dicen Yo
vengo de una raza de pastores que perdió
su libertad cuando perdió sus ganados y sus pastos, del poemario donde Llamazares describe un corazón transido por la pérdida de lo que fue la
vida de antaño. Aquella que resumía en
tres verbos la vida del paisano : dar<>recibir<>dar. Y que siempre
fue así entre vecinos que nacían, crecían, se casaban y morían en la misma casa
de la aldea. Ya no lo es . Pero como no somos émulos del profeta Jeremías,
escribiremos al dereches como me diría
Manolín el de Cilia cuando, sentados en Peral, siempre veía una esperanza
contra tantas derrotas. Sabía de las
múltiples posibilidades que había en el
ámbito que le rodeaba mientras su mirada barría la falda del Aramo donde tantas
y tantas leyendas se alimentan con las calizas
que tantos y tantos secretos guardan en sus entrañas. Manolín sabía que
el futuro de estas tierras nunca llegaría desde abajo, desde los paisanos que
cruzaban los senderos de Los Chamargones. El futuro , decía Manolín, farase
presente cuando se rompa el tamiz que esconde nuestra verdad a los ojos de los
de la Pola o los de Oviedo, que están
más lejos. Y cuando ese tamiz
desparezca, el paternalismo que tiñe sus miradas ya no será un obstáculo para que
entiendan nuestra realidad. Se darán cuenta de que en principio lo más importante
es la autoestima y después la investigación y después las ideas y después los
proyectos y después los técnicos qué trabajarán codo con codo con los paisanos
de entonces, quienes sean. Todos ellos, decía
Manolín, serán quienes pongan en valor la madera de nuestros montes de castaño,
las posibilidades de nuestros cordales, la aguas de nuestros regueros. Algún
día alguien escribirá que nuestros
bosques, tan abandonados por considerarlos sin valor alguno, son una biblioteca
cuyos contenidos habrá que buscar como
tesoros ocultos en el arcano. También
habrá alguien que pregunte por los
arbeyos de Yanos de Someron y su exquisito sabor y los coloque en el mercado
como patrimonio lenense único. De aquella feria de ganado en Jomezana, alguien se preguntará por el
principio y el final de la misma, como pasa con todo lo que funciona en este
pais. Y así sucesivamente. Hasta que llegue el día en que los tres valles y el
cuarto que conforman nuestro concejo, tengan la base para una autoestima basada
en lo que no sea rutina y decadencia. Ese día llegará y entonces los pueblos
tendrán un perfecto equilibrio entre producir y conservar; entonces también los pueblos tendrán su mañana. El
paternalismo no será la niebla que
desdibuja nuestras formas de vida llena de esperanza y
convencimiento.
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