Homenaje a Blas de Otero sin síndromes religiosos ni tantálicos.
HAMBRE de mujer
Hambre de mujer, como alambique, ni el fuego ni la palabra
aplacan el apetito por la forma o el color del
ámbito
que te hace habitante del olvido o síndrome de la nada.
Desvencijado por el ansia que la
pobreza acumula entre hojarasca
y silencio, apenas un hálito nos hace
esclavos por una vida
desalmada y cruel, la soga al cuello
por propia condición.
¡ Cuánta felicidad!
Hambre de mujer, en picadillo con su
soledad, es minucia
contra el dolor y contra la
sed, como simple mica de sal.
Y tras el tacto insomne, locura del deseo y mudo
y los destrozos de un simple mendrugo de
pan:
nunca
peor la promesa que viste
en kilómetros
los ojos con las miradas ; y tantas lágrimas de amor, huecas,
son el arco con dudas en el horizonte, sin objetivos,
con
formas de sombras vacías de
nombres
escritos en el cendal de la niebla,
como algo siempre sin alma.
¡Hambre de mujer!
Y por eso las texturas que te hacen
crucigramas
con pasiones y de promesas , en el tiempo
son destrozos, cual semillas, que el
sueño avienta
sin orden, como norma y sin mudanza.
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