Bergamín
Siempre
infantil hasta las esencias, joven Tobías,
adolescente fiero, aquel viejo verde escribía tu nombre
con su lector de silencios.
Sabía de tus
manos, pastoras de las formas, y fuente de palabras. Sabía de los afluentes que
rompen tus dedos. Y de las esquinas
de tus torrenteras, ¡vaya si sabía! De la imagen rota que bulle en
tu espejo, también la sabía. Y de
tus deseos que se rompen, locos, corazón
abajo… ¡no te digo nada!
Aquel viejo verde, Bergamín, guarda el poder del fuego
En su madera quemada.
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