manos vacías
¡Tu alma, las manos de Guayasamín! Distorsionadas y
mondas,
dramáticas, estrujas con ellas el zumo de la propiedad;
cada vocal de su nombre suma ansiedad. Que empieza y se repite
en cada segundo del viento que te encoge el corazón.
Son tus predios los parajes
del dolor; sanean,
con el azul, tus
pecados de tul por la codicia
del tener por desear. Un imposible. Como el respirar.
Con sigilo y con los pasos en la pana del vivir,
restabas el pan a los indefensos con las caras
de Guayasamín, espejos de la miseria y el dolor,
el azote de tus sueños. Y
ahora que te desvives
como alma de cristal, me dices, acuciado, que no quieres
morir: sabes de las manos vacías en el último viaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar. ¡Por fin!
Ay de tus fatigas y sinsabores, dragones sin corazón; sus fuegos,
noches en vela con astillas tan finas como tus deseos,
- las cientos de astillas con tus cinco
mil notarios-,
te dejan inerme y sin palabras cuando en el
recuerdo, quedaste sin nombre y sin apellidos: tus hijos.
Sangre de Caín en tus genes, seguirán y con la vida
harán un destino
igual a Caronte con el miedo
al naufragio por el peso de tu maldición: seguirá
así y por siempre, en silencio, como tu nombre,
como tu sangre, igual que recuerdos sin pasado.
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