ELEVACION DE LA INOCENCIA.
Es un camino como flecha en el viento, un revuelto
de sueños
y luces sin
palabras, Covadonga: un remolino de lejanías sin esperanza,
por la inocencia y los velos que hacen de nubes las
sendas para el recuerdo.
Son las mismas y me hablan de aquel niño con Orandi y el
agua para el amor; del niño con el
hambre de madre como un velón
incrustado en el alma con el pábilo del tiempo, feroz.
Desde entonces, cuántos pasos
llenos de polvo y palabras,
un poso de ausencias con el fuego
y los nombres y nombres en consunción y el amor:
cerámica sin tiempo contra el dolor barrido
por los días en
Covadonga y las infancias prisioneras
de un instante por el retorno de hoy, en la edad tardía.
- VARIANTE Y VEREMOS
CERÁMICA DEL AMOR
- Tercera variante de la misma idea y los mismos sentimientos.
ELEVACION DE LA INOCENCIA.
Es camino del viento, Covadonga, un revuelto de sueños
y luces sin
palabras. Un remolino por la inocencia
y por los velos de
las nubes en las sendas del recuerdo.
Las mismas que me
hacen, con el agua de Orandi,
niño deshabitado por hambre de amor
maternal, en el alma incrustado como velón
que tiene pábilo del tiempo, puro instinto de consunción.
Y desde entonces, cuántos pasos de polvo y palabras,
cuánto poso en el
alma por nombres y penas, las ausencias
de siempre: la cerámica del amor, fuego ardiente en el
papel
hasta los días en
Covadonga: ya rotos los cepos del deseo,
la alegría por el gozo de volver atempera las nieblas
que fueron del ayer como sombras
de los castaños, vetustos, que nos rodean.
Prisionero del instante, cada esquina en su piedra
esconde
un recuerdo que cruza la memoria
cuando la historia de aquellos días son imágenes
de pronombres colgadas en el balcón que trae
las quejas de los hijos de la tierra, árboles Covadonga,
compañeros que fueron y serán, como tú, para siempre. - VARIANTE Y VEREMOS
CERÁMICA DEL AMOR
Es camino del
viento, Covadonga: un revuelto
de
sueños y de luces sin palabras.
Un
remolino por la inocencia en velos de las nubes
y
en sendas del recuerdo.
Sendas
y nubes desde el agua de Orandi;
niño
deshabitado por hambre de un amor maternal.
Incrustado
en el alma como velón que lleva
en
su pabilo el puro instinto de consunción.
Desde
entonces, cuántos pasos a través de las palabras,
cuánto
poso de nombres y de penas:
Ausencias:
cerámica del amor que se hace añicos.
Quemante
fuego fueron los días en Covadonga.
Ya
rotos los cepos del deseo, la alegría
por
el gozo de volver atempera las nieblas del ayer.
En
el camino las sombras
de
los viejos castaños nos rodean.
Prisionero
del instante, cada esquina de sus piedras
esconde
un recuerdo en la memoria.
La
historia de aquellos días
son
las quejas de los hijos de la tierra.
Abedules
y robles y castaños de Covadonga,
compañeros
que fueron y serán, como tú, para siempre.
Cerámica
de un amor que no se rompe.