Una escena
En este instante, breve y duro instante,
cuántas bocas de
amor están unidas
cuántas vidas se cuelgan de otras vidas
exhaustas en su entrega palpitante.- A. González[1].
Que somos, sin
tiempo, padres de
los instantes que aprovechan los momentos, es lo que dicen
quienes, imaginarios de nuestro amor, hacen de los días las fechas de navidad.
Y tienen razón: una brisa de ternura arrima nuestros corazones al fuego donde el pan es candela del hambre que nos
transita cuando somos y estamos en los dos. Para distraerla,
una puerta te presta
la clavija que abre al envés de su corazón: cuidadosa de sus sueños,
buscas la victoria
del tiempo cuando le das forma fuera de
su piel, un toque de ilusión. Y mientras, camino por tu alma en compañía del marqués de
Bradomín: me escuchas atada a tus tareas, en silencio, relajada: ya son ascuas
los leños que hacen mágico el tiempo que restamos a la
puesta del sol antes del viaje, tres días antes de la noche de navidad.
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