La cigüeña
Llegaron, aunque de blanco, y con
tus palabras
hacías con lo efímero un invierno de nieve y de luz,
cuando la
cigüeña hace patria en tu Villamanín.
Y con Dios
ausente y el amor a la puerta de una
gran helada, la
cigüeña en el chopo de la ribera
fue tu ancla al
espacio cuando el tiempo rehúye
su nombre. Fue
ella quien te dijo, con el silencio,
que la vida
es así, un retorno y ver volver:
Villamanín.
Allí estabas
alrededor de ti misma; con el destino
escondido en
tu silencio y acechando cuando,
de repente,
en el horizonte un aire con pluma,
desmadejado y
zancos de cristal, fractalizado,
como un punto
en la nuit. Aprendiste, sin querer,
que el
recuerdo es volver, esencia de eternidad.
Aquella
cigüeña y el viaje, como un sueño,
es lo
nuestro: en rotación sobre la nada,
pese a la
distancia, nos queda la memoria
como los
árboles y una torre donde un día
posiblemente
llegue, cuando menos, el amor.
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