lunes, 18 de febrero de 2019







La cigüeña

Llegaron,  aunque de blanco,  y  con tus palabras
hacías  con lo efímero un invierno de nieve y de luz,
cuando la cigüeña hace  patria en tu Villamanín.


Y con Dios ausente y el amor a la puerta de una
gran helada, la cigüeña en el chopo de la ribera
fue tu ancla al espacio cuando el tiempo rehúye
su nombre. Fue ella quien te dijo, con  el silencio,
que la vida es así,  un retorno y ver volver: Villamanín.

Allí estabas alrededor de ti misma; con el destino
escondido en tu silencio y acechando  cuando,
de repente, en el horizonte un aire con pluma,
desmadejado y zancos de cristal, fractalizado,
como un punto en la nuit. Aprendiste, sin querer,
que el recuerdo es volver, esencia de eternidad.  

Aquella cigüeña y el viaje, como un  sueño,
es lo nuestro: en rotación sobre la nada,
pese a la distancia, nos queda la memoria
como  los  árboles y una torre  donde un día
posiblemente llegue, cuando menos, el amor. 

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