Fractura
Desvencijado el silencio, para después, un alma asolada,
de consuelo escasa y en asedio permanente: ¿dónde la
finitud?
De suponer hasta cuándo, un legado de dolor
como una infancia, nos cruza el alma y nos deja
rotos y por siempre, casi fracturados.
Es el sino, un destino, el vacío sin palabras; la
condición
del amor y sus caminos. ¡Si los hubiera! Tantas lluvias
en tantos años con
tantas dudas y secuelas hacen
que hasta trochas
y veredas, afluentes, dejen la identidad
porque nadie espera en la otra orilla: el horror
de la soledad. El navegar oculto del miedo en aquella
oscuridad nos hace débiles y frágiles como esquife
zarandeado por manos sin tientos de caracol.
¡Cuánto de todo para un final! Que no existe. En la
rotación,
las golondrinas sueñan el retorno y el vértice donde
el encuentro. Y la glicinia, como señora de todas
las primaveras, argumenta el invierno para el color
que me regala. En el hombre, mañana es
una imagen que se repite para escribir mañana
en los colores y sonrisas que la vida nos depara:
las de ayer y las de hoy y las de mañana y siempre.
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