... y estos sean los últimos versos que yo le
escribo[1]
Cuatro años para una sonrisa. Esperando sin tiempo, y
esperé
o esperaré:
encerrados todos en un espero como espina
encallecida en el centro del corazón. Plenitud del dolor, ¡cuántas palabras
en balde como ungüento, cual bálsamo, para encontrar un suspiro o
restañar la ausencia. Para nada. Ni la sombra ni la
figura como asidera
ni el silencio como consuelo. Un berbiquí quemante y agudo y mil travesías
del desierto a lomos de tu nombre, siendo y serán por
siempre y son,
hasta la fecha, el final,
y cuatro años para una sonrisa: ya no llora el corazón.
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