¡Qué pena!
¡Esta exuberante primavera y la
vida colgada de una ventana!
Nada es real
salvo las imágenes que me ciegan los
sentidos y de nuevo, otra vez, me pican
el alma
las palabras. Ahí las tienes, a la puerta; y
cada mañana, con ellas,
un manzano a dos pasos,
centenario,
y apenas sin nombre y un
recuerdo, tal vez Pachu,
no lo sé.
Tampoco importa. Sí que está lleno de un furor juvenil,
envidiable,
ajeno a la decadencia y sin miedo al amor
ni al dolor ni al silencio ni a la ausencia.
Es todo la flor de su juventud,
el fruto del sol y de la lluvia, un deseo infinito, un
ardor
que es vida en el ocaso de un corazón.
Un ejemplo. Todas las brisas y vientos
son flores y amor,
arranques como los dedos con tu nombre y mi recuerdo.
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