Vivir
El poeta Muñoz Rojas, que nunca llegó a los libros de texto de Lázaro Carreter, escribe que "Vivir no es otra cosa que un discurso … a mil perplejidades por minuto"; dicho en román paladino, vivir es intentar poner palabras a nuestra vida, no muchas, no más de tres; vivir no es más que tener el don de la palabra como lo tienen las mujeres y los eclesiásticos, obispos y curas incluidos porque son del mismo gremio. Sin duda, quien tiene esta virtud tiene en su haber las características propias de la madurez. Sabiendo que la madurez no es otra cosa que saber aceptar las limitaciones que existen en nosotros y en los demás. Ese encuentro con nosotros mismos en busca de la felicidad es el que nos hace pensar que esa felicidad es una consecuencia y nunca un objetivo porque sólo con el tiempo podremos sentirla zascandilear en nuestra razón o en nuestro corazón. Y cuyo principal enemigo es el miedo que es el gran paralizador; empezando por la finitud que nos es tan siniestra aunque no tanto si hacemos nuestras las palabras de Cervantes quien afirma que "hasta que llega la muerte todo es vida". Muy importante contra el pesimismo con el que nos acosan televisiones, radios, prensa y charlatanes para vendernos descaradamente sus productos y manipular con descaro a quienes siempre están en el balcón de su casa mirando un horizonte sin límites, como si viviesen en una casa vacía por completo de valores propios que hay que sostener sin enmendar: nos venden la gran mentira y nos dicen que hay honor sin virtud o razón sin sabiduría y lo que es peor, placer sin felicidad. Palabras e imágenes miles que nos alejan de la serenidad que se logra si no estamos sometidos ni por el miedo ni por la esperanza, los males que aquejan a esta sociedad histérica con la que nos toca vivir y convivir. Claro que hay recursos para lograr esa serenidad que son la lectura y la educación; y aunque la cultura libresca no es suficiente y la educación es tener instrumentos que se puedan utilizar para adquirir información cuando la necesitemos, sin embargo las relaciones sociales son imprescindibles pues necesitamos el estimulo propio del intercambio de ideas con otras personas: aprender a vivir en el otro. Aunque para este aprendizaje, con palabras de Leonor Roosevelt :"nadie me hará sentirme inferior sin mi consentimiento": algo fundamental donde tanto abundan los personajes tópicos del Lazarillo de Tormes. A repasar.
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