¡Hay que ver! Estas cosas del tiempo sin lógica,
palabras de siempre que no significan
y esas figuras con las formas
de hombres o niños, de siempre a la fecha,
rotos, en sangre. Y nada se aprende, mujeres,
de aquellas madres o hermanas, tal vez hijas,
masacradas, en la ternura, inéditas.
sin tiempo para ella.
¡Hay que joderse! Niños en canal, abiertos
por el odio… ¡Cómo me duelen! Y hablan
de infancia, la boca llena, y sin pudor,
me esconden las palabras, las que nos llegan
de siempre, sin tiempo, desde siempre
para decir lo que somos y se repite: horror
a manos llenas: por los siglos de los siglos,
una vergüenza que aflige
si piensas, las rutas del corazón.
¡Desde ISRAEL…
Y la sangre. El color de la sangre, el propio
con la violencia y del odio. El de un tiempo incoloro.
Además, un olor a muerte en el kibutz, sus almas
como infancias ya derrotadas, decapitadas,
un dolor, vociferando a Dios para nada,
como un hablar al silencio: un sindiós para todo.