ELEANOR
Lo escribe Irene Vallejo: "leer no nos hace
necesariamente mejores personas". Sin embargo sí podemos afirmar que leer
nos despierta "los ojos interiores", los que nos sirven más para
mirar que para ver; es la diferencia que hay entre una imagen de la rosa
encendida y el poema sobre la misma: "marchitará la rosa el viento helado"… Por eso cuando
cae en nuestra manos, año 2018, el libro cuyo título es "LO que aprendí
viviendo" de Eleanor Roosevelt, esposa del que fue Presidente de los EE.UU.
Pues bien, después de leerlo y anotarlo, con el tiempo pensamos en compartir
con los lectores de LA VOZ DE LENA las reflexiones que, desde la madurez, escribe esta mujer que fue primera dama por
ser consorte. Compartir estas reflexiones, pensamos, merece la pena porque son muy pocos los libros
que con estas ideas se escriben en nuestro ambiente cultural. Para empezar nos
gusta la afirmación que hay detrás de esta enunciativa: "Nadie me hará
sentirme inferior sin mi consentimiento". Pensamos que merece la pena
recogerlo porque hoy en día corremos un gran peligro, escribe Eleanor: "la
pérdida de nuestra individualidad" en unos tiempos en que la
competitividad es una regla de oro en esta sociedad nuestra con profundas diferencias
sociales, económicas, educativas y culturales. Por eso a los puebleros de turno
les gusta tanto sembrar "el miedo" que es el mayor obstáculo para
vivir porque es "paralizador"; y más si somos tímidos o pusilánimes
porque son los peores enemigos de la seguridad personal. Para superarlo propone
nuestra autora tres recursos: "olvidarse de sí mismo, de si está causando
o no una buena impresión; en segundo lugar, olvidarse de lo que piensen los
demás de ella y como último recurso, olvidarse de lo que ella piensa de los
otros". Claro que para desarrollar estas ideas hace falta una
"madurez" que no es otra cosa que adquirir un grado de objetividad
tal que es fundamental para evitar "los juicios sobre los demás: no
juzgar". Y para evitar esta
costumbre tan generalizada entre nosotros, los españoles, basta con un poco
"de buena voluntad" imprescindible para aceptar las limitaciones de los otros:
"no exigir lo que no nos ofrece libremente nuestro interlocutor y no
reclamar lo que se nos niega". Y
para pensar que podemos andar cerca de la felicidad con estas ideas anteriores,
afirma Eleanor que la felicidad es una consecuencia
más que un objetivo; sin olvidar que para nuestras relaciones personales, de
cualquier tipo, es mucho más importante el "respeto" que el
"amor": "respetar" al prójimo, cualquiera sea su condición,
es mucho más difícil que "amarlo" salvo para esos hipócritas que aman
profundamente a los niños de África y
juzgan con alevosía a los vecinos del quinto, por ejemplo.
En fin, lector que llegas hasta estas letras, que sepas que
estas ideas se recogen a vuela pluma en las páginas de este libro estupendo.
Que sepas, también, que es más difícil
escribir sobre estos temas que hilvanar palabras huecas sobre política y más para los tiempos estos que nos toca oír, ver y
escuchar. Y que Dios me perdone, amen.