domingo, 2 de junio de 2024

 

ELEANOR

Lo escribe Irene Vallejo: "leer no nos hace necesariamente mejores personas". Sin embargo sí podemos afirmar que leer nos despierta "los ojos interiores", los que nos sirven más para mirar que para ver; es la diferencia que hay entre una imagen de la rosa encendida y el poema sobre la misma: "marchitará la  rosa el viento helado"… Por eso cuando cae en nuestra manos, año 2018,  el  libro cuyo título es "LO que aprendí viviendo" de Eleanor Roosevelt, esposa del que fue Presidente de los EE.UU. Pues bien, después de leerlo y anotarlo, con el tiempo pensamos en compartir con los lectores de LA VOZ DE LENA las reflexiones que, desde la madurez,  escribe esta mujer que fue primera dama por ser consorte. Compartir estas reflexiones, pensamos,  merece la pena porque son muy pocos los libros que con estas ideas se escriben en nuestro ambiente cultural. Para empezar nos gusta la afirmación que hay detrás de esta enunciativa: "Nadie me hará sentirme inferior sin mi consentimiento". Pensamos que merece la pena recogerlo porque hoy en día corremos un gran peligro, escribe Eleanor: "la pérdida de nuestra individualidad" en unos tiempos en que la competitividad es una regla de oro en esta sociedad nuestra con profundas diferencias sociales, económicas, educativas y culturales. Por eso a los puebleros de turno les gusta tanto sembrar "el miedo" que es el mayor obstáculo para vivir porque es "paralizador"; y más si somos tímidos o pusilánimes porque son los peores enemigos de la seguridad personal. Para superarlo propone nuestra autora tres recursos: "olvidarse de sí mismo, de si está causando o no una buena impresión; en segundo lugar, olvidarse de lo que piensen los demás de ella y como último recurso, olvidarse de lo que ella piensa de los otros". Claro que para desarrollar estas ideas hace falta una "madurez" que no es otra cosa que adquirir un grado de objetividad tal que es fundamental para evitar "los juicios sobre los demás: no juzgar".  Y para evitar esta costumbre tan generalizada entre nosotros, los españoles, basta con un poco "de buena voluntad" imprescindible para  aceptar las limitaciones de los otros: "no exigir lo que no nos ofrece libremente nuestro interlocutor y no reclamar lo que se nos niega".  Y para pensar que podemos andar cerca de la felicidad con estas ideas anteriores, afirma Eleanor  que la felicidad es una consecuencia más que un objetivo; sin olvidar que para nuestras relaciones personales, de cualquier tipo, es mucho más importante el "respeto" que el "amor": "respetar" al prójimo, cualquiera sea su condición, es mucho más difícil que "amarlo" salvo para esos hipócritas que aman profundamente a los niños de África y  juzgan con alevosía a los vecinos del quinto, por ejemplo.

En fin, lector que llegas hasta estas letras, que sepas que estas ideas se recogen a vuela pluma en las páginas de este libro estupendo. Que sepas, también,  que es más difícil escribir sobre estos temas que hilvanar palabras huecas  sobre política y más para  los tiempos estos que nos toca oír, ver y escuchar. Y que Dios me perdone, amen. 


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