Ajenos a tantos condicionantes, la naturalidad de la vida brota como ejemplo donde menos se espera para quien tiene ojos en el alma. Como la escena que sirve para este texto. 29 - III - 015.
De natura
Un
acontecimiento no es un hecho sino algo
Chantall Maillard[1]
En
marzo, este domingo, gris escapulario el
día
cuando
salgo de casa, imbuido por la geometría
asfixiante
de los pasos que tropiezan con formas
de
compás, ángulos y regletas - escuálidos
jardines
de
miseria hijos de la pena por la piqueta, viuda
de la
ambición y la memoria-. Hoy, en el parque,
algo,
indefinido, del caos por amor y la fuerza
de su
vida, pincha mi corazón cuando,
impasibles,
los
tres mirlos, rebeldes, vencedores de la
semana,
me gritan
porque corren y viven para el amor.
Son
dos para ella y sin recato, globos emplumados
por
el ardor, hasta la consunción , inasequibles
al desaliento,
rompen la exactitud en la ciudad
para
decirme, con pasos desordenados
y sin
descanso, que la vida, más allá del orden
del
triangulo, es fractal de sí misma, sin sentido;
rompen
la monotonía cuando el caos y su fuerza
visceral buscan, de la contingencia, la vivencia
que me habla, este domingo, quince y velado
por la niebla, de nuestro amor, cariño, tres
mirlos
ciegos,
labios color rosa, picos, y sus mil plumas,
nuestras
palabras de hoy para mañana y siempre,
en el
parque del corazón. Mil ojos que los miren, romos,
y mil
veces que los vean, ni se imaginan, en
tanta
exactitud, la necesidad del caos para tanto
amor.
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