Obedece esta idea al ambiente tosco reinante en los ámbitos vitales de tantos que sufren incomprensión y miseria espiritual de este pueblo español, asturiano y comarcal donde se desenvuelven las vidas de tantos que alimentan la sangre de las sanguijuelas zafias e ignorantes que pululan donde están los caminos que conducen donde habita el olvido.
POR FIN
Unas nubes redondas, blancas, pasan lentamente sobre el cielo azul en la lejanía. Azorin
Mejor la muerte que vivir sin amor. ¿Será, sin el rayo,
la torre de azul más piedra para sobrevivir? Estrecho
lazo de muerte para resucitar la vida y buscar el trallazo
que pare el golpe del abrazo: dignidad para tanto nombre
que se esconde en la estampida del beso, nunca de rutina,
labios ofuscados que son colores del corazón para el alma.
Te hablo con la sangre, en el rincón de Asturias
que sabes displicente, donde la miseria mastica
los sentimientos; los piensa retales y hacen
del amor un traje raído, pana desvaída
y sin botones, con lamparones de la desidia
en los ojos. Son así: quienes succionan la vida
en nuestro corazón son la envidia y su amiga,
sin duda, la mezquindad: los de siempre.
Es lo mismo. Allá ellos. Somos tu y yo, y lo sabemos:
esa fuerza corregida por el roce que revive
la palabra, nuestro fuego, el tacto y la brisa,
la fatiga del tiempo cuando sus pasos buscan
las huellas de nuestros dedos. Nuestro ámbito
es la vida y los cielos de tus ojos, sus tormentas,
esas nubes juguetonas que nos miran hoy como
sombreaban, en tiempos, el huerto de Melibea,
donde los amantes se decían, como nosotros,
de hoy para mañana … y siempre. Y miraban
al cielo donde eran, contra el olvido, palabra
en el tiempo, contra la muerte: por fin.
Escribo
para que el agua envenenada
pueda beberse.
Chantall Maillard.
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