lunes, 8 de junio de 2015

Para hablar de nosotros, nos sirven desde Lope y  Machado hasta Fray Luis. 



              Préstamos
                       … es ojo porque te ve. A. Machado.


¡Qué extraño desvarío por la  infinitud del amor
contigo, campo de lágrimas por la distancia en los sobres
de luz y  papel que beben, sedientos,  los gritos
de nuestras palabras. Por las llagas, en silencio,
de tus manos, Áfricas del dolor en los  partos del color
y  del silencio, campos roturados por el tiempo  y la
esperanza, arañamos, en los trasfondos del corazón,
las noches y sus pesos, ese vacío que nos oprime
cuando respiramos las paredes del mañana.

Entonces,  dedos cual garfios en loctite bañados,
entrelazados, asimos, con la  fuerza del color,
en las nubes del presente, las estelas, contra las dudas,
de la firmeza, esa golondrina con las plumas de miel
que abre los cielos cuando llora la tormenta.

Es un decir, corazón. Acuérdate. No existe el miedo.
Cuando nos hacemos que nos rodea, con alma
indefinida, ese descontrol sin luz para los ojos,
nos abre la puerta al oído, con  la música y sus palabras,
 la confianza. Donde  el aire se serena y viste de
 luz  y hermosura cuando suena la llamada
 que porfía, en los turbiones, por los horizontes
que nos abren, en el azul de las sierras,
las galerías del alma para que salgan las nieblas
entintadas por esos fantasmas de papel, sin figura,
vacíos de  interés y de sueños, rotos por la realidad:
nuestro apego al canon de la belleza con las raíces

en  la bondad, hija de  la sonrisa y de  la verdad.

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