Biruéganos
… algunas hojas verdes le han salido.A.Machado
Con las lluvias de
abril y el sol de mayo, vamos del amor a Ramoniz. Cerramos la puerta del hogar
y con la flor de la acacia en la retina del corazón, y en la punta de la sonrisa el tacto de
nuestros dedos, hacemos palabras del barro que sombrea nuestro silencio. Y con
las piedras que nos marcan el camino, amor,
moldeamos las esquinas del
mañana que soñamos cuando nos queremos.
Y mientras paras y miras y pones nombres a la hojas del roble que te ríe,
llegamos donde esperan el cerezo en ciernes, adolescente, y el ciruelo escondido del voraz apetito del
cíclope inmisericorde. Te roban, traviesos,
la ternura del encuentro para las hijas del sol que serán las palmas de
sus hojitas en ciernes. Añades, además, los muros del sonido y el silencio: en
sus tornabodas, su vida será el color de
los frutos que roben a la raíz en el arcano del corazón.
Es lo que viste cuando de regreso, asido a la
tierra de la orilla, en el camino, el biruégano dejaba entrever un coral que te
regalaba el color y la esencia de la
sencillez. Fueron instantes de emoción cuando nos vimos en él , habitante de la
orilla donde un día, con las lluvias de abril y el sol de mayo, encontramos,
corazón, la sombra de nuestro amor, la vida, en el invierno sin tiempo, cuando
llega la primavera al rincón sin nombre
de aquel camín.
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