jueves, 7 de mayo de 2015

Un día alguien te pide un retrato. Alguien quiere saber de sí mismo por medio de la poesía. Entonces le pones estas cuatro letras.


El mar, la mar

En el  viaje y rebusca  de tu  identidad, hacia el amor,
escribes la vida y  dejas que el mar te robe
el erotismo en el alma escondido y  ferozmente
en custodia por el león de los siete pelos y las mil cabezas
llenas de ojos, ciclopes de la opresión y represión
sin palabras, griterío del dolor, la sangre blanca
que te ciñe la cintura antes del vuelo
hacia tu libertad, figura de plata y coral
que rodea  tus pensamientos: la mar.

Buceas  y tus pechos de leche y pezón  de nácar, parejo
del otro y perlas de tu propiedad, sin dueño,
los metes sin recato  en  los escondrijos
 y de tanto placer, que no lo sabías,  naces  
en abril hoy y mañana para siempre, la fecha
y  tus palabras hacia la luz, la vida y los aires
 que llevan  un ex libris para el mar y la mar
con tu nombre y  mi nombre  en las letras
que viven en tu alma y en mi corazón.
 Hijas de las olas y  en la arena,  simientes
del amor, serán sangre en el agua y  heridas
de sal, salobres, que curan con la fuerza
de las manos asidas siempre a   mi voluntad.




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