jueves, 3 de noviembre de 2016


Nada tan necesario como doscientas diecinueve palabras cuando estas a punto de caer en la desesperación.





En sangre derramada.

                                     Algunos días amanecen desangrados
                                                                         Marina Casado.
En sangre derramada, el magosto del instante
me rodea los dedos con sus caracoles y las esquirlas
que hacen del recuerdo el pan ácimo
con sabor de alma en mi corazón: con alegría,
dosifican el pesimismo y las luciérnagas
que rompen la noche y las luces
de su oscuridad.

Ocres en el camino y violines
y arpegios en tus palabras, hacia la esperanza,
en este noviembre de Malasaña y amor,
voy de la soledad
a la vida de mi soledad y sus inflexiones
que hacen del  silencio
campo mustio de silencios tristes. Perceptible apenas,
el sonido de la niebla habla bosques de sombras y palabras
tremendamente largas, como el hambre que nunca se tiene;
tan inocentes como el color de las  intenciones, apenas
dirimidas por la falsedad y el engaño y las heridas en el costado,
en sangre derramada, seca y oscura, hecha lanza por una traición.
No hay cruz para este dolor ni clavos para enclavar el tiempo
en las agujas del reloj que me cruje contra la esperanza
y sus indómitas calaveras de azul y papel. Será el mañana, sin embargo,
la cripta embrujada, cual rotación sin futuro,
en el presente, con sus goznes y visajes... será el mañana
el soplo del hoy para una resurrección, sin el ayer
como soga y piedra colgada  a mis pies.

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