Las cosas como las ideas, son buenas porque las deseamos. Saber esto es imprescindible para sobrevivir en este mundo de Bataclanes, NIzas, Berlines o Alepos: todos los lugares del mundo del dolor. 
Lluvia de estrellas.
Así en la tierra
como en el cielo, padre nuestro; en el cielo,
 lluvia de
estrellas a cientos como palabras del  universo
y  los
sustantivos en común que nos hacen prorrateo con su afán
indigno de la
diferencia: todas son y brillan y deslumbran  en la noche
tan oscura del alma
como su fugacidad. Son todas de  lesa humanidad
en gavilla cuando
nos hacen del  ojo, la imagen- destello
del vivir sin tiempo
y en condena  como la fugaz palabra del amor:
empaladas en los
 mitos y  sus pasiones, únicamente el nombre es  la
memoria
que lleva a las
espaldas,  en sus Gemínidas,  los avatares de tanto furor
embaucado por el
deseo y los plumajes  para los apetitos de la pasión.  
Táuridas, Úrsidas
o Perseidas son fuegos artificiales del pallida mors
que nos habita con
el ansia de vivir y  tantos  desatinos
de impacientes 
viajeros por caminos  rebosantes  de  la nada.
Es la misma, devota
del  Caronte y vivero de las muecas,
que destila  a
medias,  sonrisas de hielo, nuestro fin principal:
ser engañosos
cometas de textura frágil, como la palabra o 
la  lluvia de
estrellas. Las mismas que nos dicen cuando brillan  
que no sabemos ni
adónde vamos ni de dónde venimos: la ironía del vivir
