sábado, 31 de diciembre de 2016


Las cosas como las ideas, son buenas porque las deseamos. Saber esto es imprescindible para sobrevivir en este mundo de Bataclanes, NIzas, Berlines o Alepos: todos los lugares del mundo del dolor. 







Lluvia de estrellas.



Así en la tierra como en el cielo, padre nuestro; en el cielo,
 lluvia de estrellas a cientos como palabras del  universo
y  los sustantivos en común que nos hacen prorrateo con su afán
indigno de la diferencia: todas son y brillan y deslumbran  en la noche
tan oscura del alma como su fugacidad. Son todas de  lesa humanidad
en gavilla cuando nos hacen del  ojo, la imagen- destello
del vivir sin tiempo y en condena  como la fugaz palabra del amor:
empaladas en los  mitos y  sus pasiones, únicamente el nombre es  la memoria
que lleva a las espaldas,  en sus Gemínidas,  los avatares de tanto furor
embaucado por el deseo y los plumajes  para los apetitos de la pasión.  

Táuridas, Úrsidas o Perseidas son fuegos artificiales del pallida mors
que nos habita con el ansia de vivir y tantos desatinos
de impacientes viajeros por caminos rebosantes de la nada.
Es la misma, devota del Caronte y vivero de las muecas,
que destila a medias, sonrisas de hielo, nuestro fin principal:
ser engañosos cometas de textura frágil, como la palabra o
la lluvia de estrellas. Las mismas que nos dicen cuando brillan
que no sabemos ni adónde vamos ni de dónde venimos: la ironía del vivir

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