domingo, 15 de enero de 2017


El dolor de los otros también es sufrimiento. 





La niña de Begoña


Es mi vida porque tiene mi nombre. Es la sangre del alma
que rompe mi corazón. Y con la niebla del polvo y sus explosiones,
mis lágrimas son ciervos que huyen con  el pavor en sus pezuñas,
aladas como  gráciles  mariposas  a las que susurra el viento  
de  una pesadilla. Mis dedinos  son las manos de la angustia y su  amanecer.
Agarrotados y sucios, llenos del  hambre irracional  por la violencia,  
cuando me llaman, contesto y me dicen Alepo, un jardín y sus peces
negros como las palabras que hacen labios transidos por el dolor.

Cuando tus formas me hacen cuerpo de mujer y color desvaído,
Y  haces de mis cabellos una lluvia suave como peine   de los vientos,  
¿ a quién supones que miran mis ojos si tu me los  haces
de sombra y clavel? Por favor, acúname;  méceme o susúrrame y háblame
con tus lápices que dicen de tus pensamientos de madre, tus sentimientos.
Dame tu vida, créceme. Ponle tu piel a mi figura, entrégame a tu nombre,  y
si  lloras conmigo,  donde el mundo es Alepo, llevará tu nombre,
Begoña, hacedora de mi vida y de mi esperanza y de mi amor, tu niña.

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