El dolor de los otros también es sufrimiento.
La niña de Begoña
Es mi vida porque tiene mi nombre. Es la sangre del alma
que rompe mi corazón. Y con la niebla del polvo y sus
explosiones,
mis lágrimas son ciervos que huyen con el pavor en
sus pezuñas,
aladas como gráciles mariposas a las
que susurra el viento
de una pesadilla. Mis dedinos son las manos
de la angustia y su amanecer.
Agarrotados y sucios, llenos del hambre
irracional por la violencia,
cuando me llaman, contesto y me dicen Alepo, un jardín y
sus peces
negros como las palabras que hacen labios transidos por
el dolor.
Cuando tus formas me hacen cuerpo de mujer y color
desvaído,
Y haces de mis cabellos una lluvia suave como peine
de los vientos,
¿ a quién supones que miran mis ojos si tu me los
haces
de sombra y clavel? Por favor, acúname; méceme o susúrrame
y háblame
con tus lápices que dicen de tus pensamientos de madre,
tus sentimientos.
Dame tu vida, créceme. Ponle tu piel a mi figura, entrégame
a tu nombre, y
si lloras conmigo, donde el mundo es Alepo,
llevará tu nombre,
Begoña, hacedora de mi vida y de mi esperanza y de mi
amor, tu niña.
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