¿Por qué me quieres? Porque nunca sabes cuando voy a llegar y sin embargo siempre me estás esperando.
Otras miradas.
Todos tenemos nuestra
geografía personal; nosotros, un nombre propio, y las 150 personas que
consideramos vecinos, tenemos nuestras propias señas de identidad. Las que nos diferencian
y nos hacen únicos. Aunque sólo se confirmarán si hay palabras para ellas: quien
lee más, pone alguna y quien no lee nada, ximielga los costazos sin saber siquiera
de qué le hablan. En ocasiones, estas señas suman cuando alguien nos ayuda a
mirar de forma diferente lo que estamos viendo, desdibujado por la indiferencia y la rutina; no tenemos
tiempo de buscar el valor intrínseco que personas o
construcciones muy nuestras puedan tener
en nuestro acervo cultural, sabedores
que somos de que el conocimiento es la base del amor. Por ejemplo, un
patrimonio oculto en nuestro concejo son los puentes
de piedra construidos en el Ss. XIX para permitir la circulación del tren
León-Gijón, y que carecen de la señalización que resalte su importancia como
recurso y como monumento en piedra que
hizo historia en las comunicaciones de nuestro país; incluirlos en el
patrimonio cultural de Lena, sin complejos y sin reparos, es afianzar la definición de municipio-tránsito
que somos. Porque hasta la poesía se hace cargo de estas ciclópeas estructuras
ancladas en este concejo, sin tiempo y en compañía siempre del paisaje que lo
vio nacer. Y nosotros, hasta la fecha, sin apreciar su importancia local ni
regional ni nacional. Pero vamos a lo nuestro. Aunque el puente Tola también está ahí, sin embargo para
nuestra geografía personal es el puente de piedra de LA BARRACA el que tiene un
icono en el mapa de nuestra alma: perfecto en su construcción, aunque sucio y
agobiado por la maleza y los grafitis; anónimo e ignorado y acosado por el otro
puente-mastodonte, ejemplo claro del hacer de los “ingenieures” que siempre
tienen en boca los presupuestos como argumento para estropearlo todo, nadie pone en duda, espero, la importancia
sociológica, arquitectónica y artística que tiene este puente de piedra como
parte fundamental de nuestro patrimonio.
Con una característica propia: nadie
sospecha que es un conocedor discreto
tanto de los pecados capitales como de las virtudes cardinales de quienes, por nacimiento o matrimonio, le pagamos su
interés con la indiferencia por miedo a su imposible indiscreción. Pecados como
la codicia, hija de la ignorancia, con nombres y apellidos están grabados en el
alma de sus piedras, escritos sabe Dios por quien. Lo mismo pasa con las
virtudes. La prudencia, por ejemplo, también tiene las suyas aunque menos por
ser el nuestro un país de charlatanes. ¡Qué le vamos hacer!.
Pero lo más importante es su
significado. El puente de piedra de LA BARRACA tiene su encanto para quienes son pensamiento e imagen repetida en la retina de
los grandísimos ojos que configuran su forma inamovible: hace suyas, por ciertas, aquellas palabras escritas por
Caro Baroja en 1.977 referentes al futuro despoblamiento rural que se avecinaba
para la España vacía de ahora; aquellas en las que anticipaba lo que luego fue
una realidad: “la idea de que la persona
que vive en el pueblo está en grado de inferioridad material y espiritual con
respecto al empleado obrero de la ciudad, conduce a la ruina de un
pueblo o de una provincia”. Lo vio venir y fue testigo de la feroz
industrialización que se llevó a cabo en Asturias contra el medio ambiente y
contra las aldeas, que se despoblaron en
busca de una vida mejor, normal, para sus habitantes. Y como curiosidad, también
tiene una piedra sillar para aquel que marchó de la escuela en busca de una
esperanza que hizo suya cuando descubrió una galaxia, por su inteligencia. O
está dedicada a quien sabía que su vida
era una disyuntiva y escogió lo otro. Como hay también para quien marchó con los colores en
su corazón y regresó con la pasión en los espejos del alma. En fin, que hubo
para todos, con la imposta correspondiente, incluidos quienes buscan el
descanso en la paz del silencio eterno. Es verdad que ahora tiene menos
problemas para hacer sus listas por las consecuencias del capitalismo anglosajón
que, con la modernidad líquida como filosofía, tan devastadora, nos quiere convertir en los robots de carne y
hueso que les interesa a su economía del beneficio, sin importar ni dónde naces ni
diferenciarnos, en las relaciones, con el yogurt que nos apetece y tiramos
después de comerlo. No importa; seremos
como les convenga. Y poco a poco, como
el aire que respiramos, harán de
nosotros seres cuyas vidas virtuales
serán un simple algoritmo. A tiempo de verlo estamos. Sin embargo, el puente de LA BARRACA, como
siempre, seguirá ahí como icono de otras almas que ya no seremos nosotros. ¡Que Dios nos coja a todos confesados!
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