domingo, 29 de enero de 2017

Tu dulce habla ¿en cuya oreja suena?

                                                        Garcilaso de la Vega

CELOS  

                  

                                    Dios mío, si existes, haz que esté celoso.”

                                                                                                        N. Ginzburg




El diccionario y mil palabras tóxicas por los celos
no  bastan por  las  víboras que muerden el corazón:  
víctima suya, un alma de cristal y frágil es añicos y murmullo
de silencio  contra el pésame del dolor, su angustia y  los gritos
como árboles  y sus gotas de silencio, tras la tormenta y su acompasar.

Nada como el sufrir contra la ausencia, sin perdón.  Imposible y  todo
en rebelión  contra la tiranía del  vivir, los mil gestos del gravitar
entre la duda y su desesperación: los hábitats de las fieras
que mascullan, en salitre,  la mayúscula del nombre y su definición,
son jaulas  sin barrotes  por  las dentelladas  de un corazón transido. 
Importan  los rugidos   como los bravíos   y su desesperación.
 Fuego imposible, incandescente y amargo
por tanto dolor sin sangre derramada, las miradas
succionan el sonajero  del amor, las mordeduras
de la serpiente con ruidos  de cascabel, como tu risa:
una puerta falsa al vértigo del dolor.

Entonces ¿Cuándo las paz? ¿Cuándo  será brisa
el viento huracanado que rompe las entrañas? ¿Cuándo?
Tal vez de hoy a nunca sea un tiempo ajeno a la finitud.

No hay comentarios:

Publicar un comentario