Tu dulce habla ¿en cuya oreja suena?
Garcilaso de la Vega
CELOS
Dios mío, si
existes, haz que esté celoso.”
N. Ginzburg
El diccionario y mil palabras tóxicas por los celos
no bastan por las víboras que muerden el corazón:
víctima suya, un alma de cristal y frágil es añicos y
murmullo
de silencio contra
el pésame del dolor, su angustia y los
gritos
como árboles y sus
gotas de silencio, tras la tormenta y su acompasar.
Nada como el sufrir contra la ausencia, sin perdón. Imposible y
todo
en rebelión contra
la tiranía del vivir, los mil gestos del
gravitar
entre la duda y su desesperación: los hábitats de las
fieras
que mascullan, en salitre, la mayúscula del nombre y su definición,
son jaulas sin
barrotes por las dentelladas de un corazón transido.
Importan los rugidos como
los bravíos y su desesperación.
Fuego imposible,
incandescente y amargo
por tanto dolor sin sangre derramada, las miradas
succionan el sonajero
del amor, las mordeduras
de la serpiente con ruidos de cascabel, como tu risa:
una puerta falsa al vértigo del dolor.
Entonces ¿Cuándo las paz? ¿Cuándo será brisa
el viento huracanado que rompe las entrañas? ¿Cuándo?
Tal vez de hoy a nunca sea un tiempo ajeno a la finitud.
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