¿Quién se atreve contra la periferia de las palabras? Sólo quien no se atreve a buscar una entrada en ellas.
REVOLTIJO
Para Ana G. de Loza: tantas cosas.
Este revoltijo que
zascandilea en mi alma, a deshora,
mientras el reloj anda a lo suyo, a risas con el tiempo
en la mochila de
las palabras con síndrome de café. En
este revoltijo, amable lector, las hojas con primavera
hacen de setiembre
la apacible sombra que se cuelga
de una sonrisa, hija del recuerdo y la nostalgia.
Encontrarás, también, criaderos de arañas bien diminutas
o gordas y peludas como tarántulas de laboratorio:
desayunan pálpitos de corazón o de confianza
como entradilla para un día de sol con nubes
en tránsito hacia el aguacero del anochecer: la soledad.
Y, con lo dicho, no pienses en
síntomas de derrota. Al contrario:
el pie en el estribo y el silencio en la grupa de la vida, o
la suma de
cuentas, entre los dedos, del rosario
que cobija la
fuerza en el revoltijo cual conservante,
son el maratón de
todos los días con las ansias de victoria
en los cien metros o lo que sea, con el hábito de vencer.
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