Tanta flor en esta primavera, fruto del silencio invernal, para gozo de los sentidos y de la presencia.
- Otra textura del poema para regocijo de la inteligencia.
DayenÚ: nos bastaría
Feliz
quien respira, dichoso,
el
aire nativo de su propia tierra.
Dios mío, padre de
Israel, palabra y mito en la infancia
de
mis recuerdos, Padre nuestro
con
la invocación en el retorno, como un nos
bastaría
que si
te olvido que se me olvide la diestra, Padre, y se me pegue
la lengua al
paladar.
En
este marzo, contrato y finiquito, me regalas
imágenes
del silencio que abren el alma a la serenidad cuando tus ojos,
Padre,
en mis ojos brillan como pétalos en el cerezo
camino
ya del mañana vestido con el ayer por tu infinita misericordia.
Intemporal
gozo por tu presencia, todo
apunta
a una contemplación.
Brilla
el endrino con los rayos, al vuelo rebatidos,
en
su flor prieta y cascabelera cuando el ciruelo, por el tamaño, acompasa
en
la distancia el fruto de tanto fervor uterino con su belleza:
la
mordida en su carne es la salmodia en los versículos de Salomón:
se han mostrado
las flores en la tierra,
el tiempo de la
canción ha venido,
y en nuestro
país se ha oído la voz de la tórtola.
Y
a mí, aquí,
que
se me pegue la lengua al paladar o que me olvide tu diestra,
Padre
altísimo, oh Yahveh, si no goza con tu presencia
la
mía en el corazón:
dayenú,
nos bastaría…
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