EL VIEJO AVELLANO.
Para
"Seín", con quien esmesé tanto de la vida.
¡El viejo avellano! ¡La memoria vieja! Testigo del tiempo
y las mil palabras de tus carrapiellos; hijos del sol
y la lluvia, hacen suya la seronda y sus colores,
los que nos hablan de vida cuando la belleza es ocre.
Como una sonrisa, el viento y las brisas te mecen
en el ablaniru con
insólita ternura y los suqueros
y sebes te arrullan
con los nombres que te hacen
de la familia, uno más: cuando las madres e hijos
buscan los secretos de la tierra en el frañir, un golpe
seco que abre el sueño al apetito de miel.
¡El viejo avellano!
Solidario hasta el final, tu esencia es el fuego
del horno, en el roxar, y la presea, alma del tacto,
aquellas manos,
Guayasamín, asidas a la vida
de tu resistencia y tus formas como argumento
principal: el viejo avellano, el ablenu de una
ablanar.
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