martes, 27 de agosto de 2019









Árboles de ciudad

Con pena, marcan la sombra y las brisas del viandante
aunque no los sufra ni sepa de sus afanes por crecer y subir y subir
hasta donde la vida es  nube o la mirada del niño
que perdió el alma en el cometa que se fue.

¡Árbol de la ciudad! Hijo del verdugo
 que sorbe el cemento y la geometría
como índice vital, tu jardinero,  sin alma
para tus primaveras; lo  sufres. 
Y soportas
a quienes ignoran
hasta el nombre de tu identidad;  indiferentes,
al límite, de la vida que te roban
nada comparten que les sirva
ni mucho ni nada
para su esclavitud. ¡Pobres árboles de ciudad!

jueves, 22 de agosto de 2019









Caminos


En silencio, sin olvido en la memoria, llenos de sombras
acicaladas por el polvo y el recuerdo , las pestañas
bañadas en  rímel de la esperanza, los caminos. Valedores
sin tiempo  ni risa que los engañe, nuestra infancia
los patea  cuando,  de La Renta a Ramoniz, desde siempre,
el guiño del retorno es hálito y aliento contra mi decadencia.

Ligados al amor de siempre y la ternura,
son corrientes marinas hacia la vida
en el mar proceloso de la duda y la incertidumbre.
Y como siempre,
 la eternidad en sueños, hoy y mañana
o nunca, cuando vuelvo, son ¡mis caminos!.

lunes, 12 de agosto de 2019







La finitud

Me cerca la finitud  con  palabras lánguidas y memorias
que afloran cuando llueve  con sol o un aire
descubre las letras de tu nombre allá, en  mi  secarral.

Me cerca la finitud. Es soga al cuello,  inexorable;
y si acaso los días,  asfixiantes, tampoco ayudan; entonces
ni el verso ni la pluma ni las manos entrelazadas
con tu sonrisa, me hacen libre de la finitud.

¡La finitud!: sombras con su nombre me rodean
 y aparentan sabe
Dios qué tiempo ni que momentos
para tan largo viaje, como un instante sin reloj,
sin números y casi sin palabras.

¡Difícil!  Y valga  como plegaria:

¡más que la muerte, el amor!: y si me voy,
a quienes me esperan les llevo gramos de tu amor
y nunca restos de las  miradas. También
flores en  primavera del cerezo de Ramoniz,

y lo que ahora me embarga: la vida es larga y el arte espera. 

jueves, 8 de agosto de 2019



CURIOSIDADES

¿Dónde está el origen de este mundo geopolítico cuyas líneas fronterizas están marcadas con sangre y con mentiras? Sin duda que uno de los conceptos que lo sostienen es el denominado globalización, sinónimo de mundialización, y que supone un mercado único; de ahí la sangre y la mentira y la pobreza como puntos de referencia para quien lo quiera entender.  Y aunque a nosotros nos sirvió  para superar el  concepto de "terruño" con los novísimos recursos tecnológicos que, en teoría, nos pueden apartar de la categoría social de patanes; sin embargo en este pobre país,  donde la democracia está en una jaula de papel, cada vez somos más intransigentes y  más crédulos. Es público y notorio la facilidad con que se nos manipula por las fuerzas del averno sabe dios con qué miserables fines: innumerables ejemplos dan  cuenta de la fuerza inaudita que tiene internet en cualquier punto de la tierra como si fuera una canica en manos de un niño. Y hablando de internet, y  como casi siempre nos movemos por la curiosidad cuyo soporte principal es el lenguaje (no existe lo que no se dice), en esta ocasión nos planteamos conocer el origen de la palabra GOOGLE,  lo que hay escondido  en su alma, como si fuera un ser humano, que lo es.
Sin duda que es el navegador más usado para entrar en internet,  y como escribe la misma empresa sobre este neologismo,  "refleja la misión de la compañía de organizar la inmensa cantidad de información disponible en el web y en el mundo."Pero ¿Cual es su base etimológica? Veamos: en el año 1.930 para dar nombre al número/ 1 seguido  de cien ceros/, Kasner, matemático,  mandó   a su sobrino que le pusiera un nombre.  Éste le propuso el nombre de  googol, a posteriori muy usado en el ámito cintífico. Y como era un niño avispado, para un número todavía mayor, un /1 googol de ceros/ le llamó  googleplex. He ahí el étimo del navegador, convertido en un símbolo del seudoimperio americano.

Y para consolar a los nostálgicos de un pasado, vamos en busca de un símbolo de otros tiempos que llega hasta nuestros días. Y aunque fueron tan convulsos como los actuales, la Edad Media y su camino de Santiago nos legaron la concha de vieira, que es el atributo del peregrino con  mayor prestigio universal. Y como la vemos en la carretera cual señal de tráfico, otra vez la curiosidad nos lleva a describir alguna de sus características, sabiendo, por ejemplo,  que en el mundo grecorromano Venus nace de la concha de vieira y de los genitales de Urano tal como Botticelli lo plasma en su  delicado cuadro con la técnica de las ropas mojadas. Pero como el viaje del peregrino auténtico no debe estar para mucho erotismo, nos hacemos cruces cómo aquellos panzudos canónigos de la catedral la aceptaron si era un símbolo de la sexualidad femenina; pero no es de extrañar pues tienen el don de la palabra que todo lo puede. Como pudieron diseñar la ciudad de Santiago como concha cuyas calles abocan todas al centro donde está la catedral; pero sin ir tan lejos, la que vemos en La Barraca tiene un diseño que no está de más conocer para ir con la cabeza tranquila a les vaques. Es una concha estilizada, con nueve líneas que parten de un vértice y suponen los ocho caminos gallegos más el íntimo de cada cual. Son estos el Francés, el Portugués, el Inglés, el Primitivo, el del Norte, la Vía de la Plata, la ruta marítima  de la ría de Arousa y el tramo Muxía-Finisterre. Y con el nueve como número simbólico. ¡Vaya con los canónigos!