Para que me llamen
tal como dicen y sin
tiempo propio
o límite ajeno ; para
el retrato
del domingo con mi figura y algunas de mis palabras,
no basta con el recuerdo y los silencios.
Para empezar y puestos a escoger, sin olvidar
las estocadas del amor,
mil cicatrices cosen
el inframundo de mi corazón: de mil colores
y tamaños, hacen mi identidad
como torre de papel. Ahí, donde viven
los mil nombres
que me habitan
y me sueñan o los sueño; ahí, como tantos,
en la torre de papel y su arboleda,
es donde habitan
las cientos de chispas que prenden
el fuego, ese fuego
de ceniza, llena de sentido: imágenes
llenas de dudas y de
vidas o lunas
como un deseo.
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