viernes, 11 de octubre de 2019

Agustín Casado.

Se ha muerto A. Casado. Después de una vida de trabajo como peluquero  y de  reflexión y
 y de compromiso, Agustín Casado nos deja con la misma discreción con la que batalló, desde su propia ideología, por un Mieres lleno de actividad necesaria para poner a este concejo en el mapa de la Asturias próspera que embelesaba sus sueños. Sin embargo, como su propia  vida, con una infancia muy  parecida a los aceituneros de Jaén, sus ideas se fueron diluyendo como un terrón de azúcar en el vaso de agua: muy respetuoso porque nunca buscaba culpables, lenta e inexorablemente acabó aquella feria de Mieres que él había ideado; como  fue diluyéndose en la nada aquella asociación, "Amigos de Mieres, " que tanta cultura aportó a las generaciones que tuvieron la suerte de acceder a su biblioteca o de asistir a los innumerables actos organizados bajo la atenta mirada de los censores capitalinos con aquel gobernador a la cabeza,  de triste memoria, que se llamaba Matéu de Ros, que Dios acoja en su seno. Y si seguimos con sus inquietudes, profundamente arraigadas en su ideología comunista, este peluquero que cogía la cabeza de sus parroquianos sin preocuparse por lo que pueda haber dentro, con palabras de Julio Camba; este peluquero habilidoso establecía con aquellos cráneos privilegiados diálogos fluidos y respetuosos que siempre suponían un retorno del cliente para volver a empezar. Toda la actualidad de Mieres pasaba por su peluquería, y comentábamos con tristeza, por ejemplo, el golpe bajo que supuso para la democracia y la convivencia el cierre de radio Parpayuela o los avatares personales en las estructuras de los partidos políticos. ¡Tantas cosas!
 Y por lo mismo,  buscaba la compañía de quienes, desde la inteligencia, podían aportar algo para trabajar, según sus palabras, desde la sociedad para la sociedad: ¡cuántas veces me repetiría esta frase! Porque estaba convencido de que era la mejor fórmula, según sus convicciones políticas, para mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos en esta sociedad de Mieres y del resto del país.
Por eso, si ponemos su vida en las palabras de B. BRECH,  lo definen aquellas que dicen: los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles. Y así los trabajos de los días y los años, y Agustín con la cantilena de Mieres en su rutinario devenir, aprovechando cualquier oportunidad para luchar por un proyecto, por una idea, por un futuro. Como el del campus, en un momento en que se cernían sobre nuestro futuro los nubarrones de la crisis del carbón; fue entonces cuando Agustín, que preguntaba, incansable,  para enriquecer su lucha por este concejo, sale a la palestra con el tema del edificio para la universidad o la residencia para estudiantes y el centro de investigación. A los que hay que sumar otros proyectos que estarán enterrados en las hemerotecas como testigos mudos que habría que traer ahora a colación con este Presidente tan dado  explayarse sobre el futuro de esta comarca y de Asturias y del universo. En fin, que pasan los años y  de aquellas batallas de Agustín, que siempre escuchaba después de preguntar, no solo  queda urbanizada una de las zonas más deprimidas de Mieres; como buen peluquero, supo ver y entender que el futuro de esta comarca pasa, sin duda, por el desarrollo de la inteligencia;  lo sabíamos entonces y lo corroboramos ahora aunque parece que todo lo referente a nuestro campus y sus contenidos,  cuesta el doble de esfuerzo asentarlo aquí. Veremos.
 Y para terminar, cosa curiosa, logradas todas las inversiones después de gloriosas partidas de fuegos fatuos entre los engreídos responsables, ni siquiera le dedican un aula con una  placa donde conste  el nombre de quienes defendieron este proyecto del campus cuando casi nadie creía en él, y se decía, sotto voce, que "son cosas de Agustín". Pues ahí está y así fue con el padre de todas las batallas a la cabeza ¿Qué queda ahora?  Nos queda, supongo, otear el horizonte con una gorra-visera y nunca esperar nada para que se haga justicia con este pueblo, Mieres. Es lo que diría Agustín Casado mientras tomábamos un café, en Casa Jamín,  a las ocho de la mañana de cualquier día hace ya tiempo, cuando aún funcionaba radio Parpayuela.


                                                                                               J. Fernández.

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