viernes, 4 de octubre de 2024

 

JUVENTUD

La coherencia y el compromiso de quien informa y de quien escribe para un publico-lector son imprescindibles para crear opinión. Y según lo escrito anteriormente, nuestro texto tiene que rezumar esa coherencia y ese compromiso; en este caso con uno de los temas más sangrantes que acucian a la sociedad en cualquiera de los espacios vitales que nos toque en suerte vivir: municipales, regionales o nacionales. Y para empezar sin ánimo dramático, nos hacemos esta pregunta sobre las características de la juventud actual:¿cómo se llega a esta situación? Porque a día de la fecha, como muy bien reflejan los medios de comunicación, un porcentaje sangrante de nuestros jóvenes están condenados al paro o a sueldos de miseria o a sufrir en las propias carnes la frustración a sus desvelos durante días y años como estudiantes. Y ya no decimos nada, por decencia, de la carga económica para las economías familiares de los estudios y derivados a los que tienen derecho los hijos. Porque es un derecho.

 Sin embargo es evidente que con los datos actuales en la mano, esta juventud nuestra sufre una grave marginación, por parte de las instituciones que van más allá que los bonos ferroviarios que tampoco están mal; o soportan estoicamente, por ejemplo, el abandono en el acceso a la vivienda no ya en propiedad sino de alquiler.

 ¿Tener hijos? Con los índices de natalidad actuales, ya vemos que no son tontos y son más responsables de lo que parece.

¿Y de casarse? De esto más valdrá no tocarlo y evitar los comentarios facilones y estúpidos. Porque gracias a Dios aquellos increíbles gastos para la parafernalia de la boda y que se endosaban a los padres sufrieron las consecuencias de una sociedad menos dependiente del “qué dirán” o de la clerigaya que tanto nos atosigó con sus doctrinas más teóricas que prácticas.

Con estos datos, y si le colgamos un adjetivo a estos jóvenes de nuestros días, menos el de “mimados” por la sociedad, cualquier otro puede servir. Y sin embargo talmente parece que nadie es responsable de esta lacra social; pues sin duda alguna podemos afirmar que esta desidia institucional nos parece hasta vergonzosa pues  si bien nos aturden con Venezuela o una tal Begoña o el concierto catalán  o que si este juez o el otro de más allá viven enzarzados en las nubes de papel… Pues bien, querido lector,  para estos tiempos de cólera estaremos de acuerdo en que para nuestros castos políticos menos "el hombre de la calle", todo lo demás es trascendental: una vergüenza.  ¿Qué pensará cualquier chaval que palpa en propias carnes con la emigración, por ejemplo, ese vacío institucional? Abogar porque tengan un futuro asentado en unos presupuestos municipales, regionales o nacionales es  imprescindible: tienen derecho a que su futuro no sea un caminar con cadenas en sus tobillos. No `pueden ser prisioneros de una sociedad en la que cada cual no es rico porque no quiere, como decía aquella Margaret Thatcher: tienen derecho a una esperanza con convencimiento, aunque nazcan en la aldea más remota, por ejemplo.  Lo demás son pamplinas, ejercicios vacuos de retórica.

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