Caminar por las rutas que llevan a los posos del alma es buscar una luz que ponga palabras a la realidad que hace de nosotros un carácter y un destino, un nombre. Por algo sabemos que la literatura es el laboratorio de la vida donde las experiencias son las marcas que hacen de los sentimientos los mil versos que necesitamos para enderezar la singladura del vivir, sin Caronte como barquero del amor.
TORNADO
Y no son ... los versos más tristes esta noche.
Son
las huidas que arrebujan tu corazón las
que llevan tu nombre y en las letras,
la
sangre de un tornado, esa fuerza
telúrica, hija de los miedos,
mucho
más fuerte que la ira del viento o sus
locuras. Secuelas
suyas
son la muerte de los tejados que protegen las almas desvencijadas
o los
campos arrasados por el berbiquí suyo que hace un remolino
en lo
íntimo del pensar y en los pozos de
tu sentir.
Tornados
o remolinos, ambos son finitud cuando llegan a la paz;
y como
la tuya, su desnortada carrera será, en rotación, otra fuerza
oculta,
inesperada, llena de batallas entre contrarios con restos
de
sangre y lágrimas y nombres sin número que hacen tu colección.
Y como
tú, tornados o remolinos vuelven y
retornan
al
agua, al fuego o al amor, avistados por las manos
del
cínico cazador que hará licor con tu
sangre
y tus
apellidos, cual arquero sin compasión. Serás
presa
simulada sobre ascuas blancas del fuego,
y su
máscara, que es el padre del frío y
enemigo del calor.
Volverás,
claro, y serás su bella digitalizada.
Repetirás
silencios
y ansias de predador. Y serás la montaña rusa
y los vértigos de quien lea, en tus silencios, un afán de vida
o irracionales búsquedas de la brisa apacible que limpie
y surque los
oscuros meandros de tu alma.