Te alegran la vida sin eufemismos ni las trapacerías propias de los engreídos o sofisticados; y hasta donde pueden, resisten las embestidas de la desidia, el abandono o la indiferencia. Son especial anti climas y sin afectación, nos ofrecen siempre presencia y, cuando los dejan, la sonrisa del color, su bien más preciado. Mis geranios, la planta de la mano humilde, amorosa y trabajada.
Mis geranios
¡Tanta belleza por la sencillez y por el aroma que bebe
de la mano el sorbo del color! Contra el tiempo y sus
inclemencias,
son la luz, la sal y la vida de las miradas que buscan,
en ansias,
las bocanadas de
la bienvenida, la delicadeza, por el
silencio,
de quienes los miran en la peana, con indiferencia.
Impasibles por el vestido, cualquiera en su vida, toda la
fuerza
en su alma es para
el tacto, en el secreto de la palabra
afable y su ronroneo contra el olvido, el raptor de la
vida. Martillean,
nunca a deshora, en los ojos que los viven en el amor; y
obligan , firmes , al encuentro de hoy para mañana y siempre,
mientras un aliento nunca sea o distancia o muerte
contra el olvido. No patalean, no gritan, no lloran ni
imploran
a quienes patalean y gritan y lloran e imploran contra el
vacio
de la nada; se
dejan, si dignos o tal vez altaneros,
morir en el ocre
y su desamor;
nunca al descuido, saben del hombre y su condición.
Hacen del día la casa encendida; su luz es la mía con la presencia,
y su espera es el peldaño a una esperanza, el precio de la soledad.
Son los brazos del alma que obligan al mimo y la ternura
que habitan mi corazón. Son los que hacen mi nombre sufrible
por la vida y por la respuesta al capricho de mi desazón.
Son
mis geranios, sin fisuras, amigos como la sombra, y sin condición.
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