Todos los sustantivos en común y propios son siempre esencia inalterable, con las mismas características pese a que la vida es la fuerza de las fuerzas del remolino, interior, que sale a la superficie en la sangre del alma, las palabras. Y con ellas, la más importante para vivir, el sustantivo, propio o común o común y propio.
Remolinos y
nebulosas.
La muerte … es la acumulación de siglos que nunca se
olvidan.V. Aleixandre
Qué suerte de
la palabra y su nombre, sin ápice de duda o segmento,
el sustantivo.
Pepita indomable o insondable silencio, es suma, cuando habla,
de siempre y lo mismo para siempre, igual: ni con el fuego de las ventiscas
se alteran
las cenizas cuando arde el corazón.
¡Claro! En el remolino, por uno, somos
todos con el amor: supervivientes del tacto y del deseo, estamos
sujetos al
acerbo de la pasión, la nebulosa donde vivie mi nombre
con las
letras de tus sonidos, escurridizas y
sibilinas o domeñadas
por los
síndromes del desamor. Pajaritas ellas
de papel ,
qué extraño
desvarío hace mi nombre un sustantivo
común
cuando, con tus dedos, me dices que amar es deshilar
la urdimbre
que tanto cuesta tejer. Sin
embargo, sabes y desayunas
con la
certeza de que todas las palabras, conmigo,
son el hilo de Ariadna y el Minotauro y el
toro blanco
y Creta o
Reconcos o quién tu rey Minos, hijo de
Europa,
en Pola, donde Tu nombre no es el trueno rumoroso que rueda/ como sólo una cabeza separada del
tronco. Es la realidad que vive en el
fondo de un beso dormido.
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