miércoles, 26 de abril de 2017

 Quedaste en el empeño, como Ícaro, porque la cera de tus alas eran tan líquida como tu capacidad para querer.


LA  COMETA
      Porque los pájaros querían volar es por lo que tienen alas
                                                                                          E.Bergson

Grácil en su figura y estilizada, juguete
de las prisas que te abrazan con los ojos
a la mirada, el requiebro es alma de quien 
pende de un hilo, frágil como  palabra
con la vida  en el aire. Ajeno a la voluntad
que busca  el destino y  zalamero,
la brisa y sus  dedos son  tu libre albedrío.
Y si ornato en colores, el torbellino,
prófugo de la nada, en volandas propicia
el recateo que te lleve a la altura, Ícaro
del amor: la pasión que te sostiene
en el aire, nos sostiene. Sin ataduras y libre,
cimbreante, como nosotros cuando nos queremos,
burla a quienes son el agua de las ideas: huellas
sin sentido para las risas sin  horizonte, prisioneras
del límite, víctimas de la fe, sin camino a la esperanza.
Es lo de siempre, amor. Ya te lo dije: en los esbozos
de tu mundo, la cometa, amor, es  una línea
con el trazo en el cielo y los puntos, mi vida, son
las piedras que empiedran la ruta hacia el sol,
la estación-término  donde apearnos los dos.

jueves, 20 de abril de 2017

Valentin es un roble de cuatrocientos años que vive en Tineo. Fue recuperado para el recuerdo por su pintor de cámara, Fernando Fueyo. Y nada más. 



Valentín
                    Yo soy como el árbol solo,
                     que estaba al pie del camino
                      dándole sombra a los lobos.- Canto popular andaluz.

Imposible la mirada vieja para tanta perfección. Ni cansada o tonsurada
ni afligida para tantos   brotes al más vetusto de las primaveras  con el nombre de Valentín:
el viejo roble, sinfónica y parachute  donde cuelga el revés de la vida
y sus concomitancias, la aventura  de su juventud.  Tanto más intensa
cuanto la edad  más tardía, un trozo de cielo, en el firmamento,
hace de sus múltiples brazos los nidos donde el amor es su  resolución.

Con el tronco que  a la tormenta doblega y a la ventisca apacigua, sabe de la espera y de la dulce victoria con tanta derrota como lo acompasa: nunca es invierno
en los escondrijos de sus raíces telúricas que nos aprisionan como una esperanza.
Un aire suyo nos aprisiona sin tiempo, nos obliga y cada mirada
a su tosco sayal, es asunción en tantas y miles de hojas, saltarinas y
juguetes de los dedos que las brisas agitan contra mi ofuscación.

Valentín, venerable como  los grandes, hijo  de la sombra y de un una bellota, nimia.
Como ellos, es  tu grandeza como polvo de estrellas. Y con tus palabras de miel,  todos los mitos hacen su fuego cuando frotan el viento que recogen cuando sesteas
y sueñas con Fernando y sus colores para ensombrecer tus mejillas.
Perjuro de la humildad, las arrugas soberbias  hacen joven tu corazón a los ojos
y las palabras que brotan cual  lágrimas de tu emociones. Y donde estás, Valentín,
miradas  de luz y esperanza  hacen de ti un sueño, el mismo que buscamos
cuando tu ausencia va más allá de los nombres y del tiempo: siempre.
 Si estamos acariciados por la brisa de la primavera, pronto estarás acariciado por la brisa del verano, que es otro inicio para seguir hacia el otoño, camino del invierno. Y vuelta a empezar    



  PASADO


 …que una felicidad aislada no es felicidad                                                                                                                                   PASTERNAK


No lo busques.

Es aquella gota azul, arpía del silencio.
Aquel punto sin retorno en la espiral de la vida.
O tal vez unos ojos y su parpadeo;  es
el tiempo que renace, cuando un  reloj se   muere en los golpes
de la  aguja: la memoria.

Es siempre   un  vacío  lleno de ansiedades
y la inocente  pregunta, desalmada y triste.
Tal vez  este  poema que se cierra, digno, con  una sonrisa.








lunes, 17 de abril de 2017

Plataforma verbal para los textos circunscritos incluidos anteriormente. Es la que pone ideas a tanto cuerpo en carne viva que habitó el Ss. XX . Por ejemplo,  el nuestro:  el tuyo y el mío. Piénsalo. 



Textos circunscritos
                      Para Noelia, ladera y cima de una esperanza

 - Como en la proa de un barco desmantelado


 Siglo XX: Fue caminar con  el calor del fósforo  en   palabras baldías;  un crepitar de la carne en  negro, con la tormenta  atemperando  el fuego, era, por la mostaza, el ansia de vivir. Y por el medio,  la hija de todas las nieblas, la muerte.  Con  los dedos agarrotados que escribían mil novecientos  catorce y quince y siguientes, llevaba en su piel tatuados  nombres  como   Guernica, entintado con niños y mujeres.
Y con la sangre hasta la cintura, vociferantes enanos llenos de insania y de poder,  trituran con sus molares hasta la ceniza, todas las sombras de la bondad que nos habita. ¿Qué resta, entonces,   del naufragio  cuando los inocentes apenas saben ni bracear para mantenerse? Almas doblegadas y un miedo  más amarillo que el color, ni las minúsculas los  salvan del confeti  y su  desolación. Todo lo más, y como concesión, lo esencial, en papel-moneda o cheque-regalo para un afecto  de cristal y agua que llenen  el vacío: famélicos, todos corrían detrás del hambre  para saciar la sed con los ojos del  alma.  Otro tanto con alfayate, agua, papel, asfalto, paz, pisadas y cientos más cual trabalenguas que nos hacen imposible la realidad de los besos y del amor, universales de la lógica.  

sábado, 15 de abril de 2017

Páginas de poesía-poesía, para  gloria del autor y de su profundísimo poso que tantos encuentros nos hace tener con la condición de ser hombre. 





                                         Cuando todo es ya póstumo
                                            -  Ángel García López.-



                                                                Castalia.

miércoles, 12 de abril de 2017

Libre, por fin, de tus oscuras palabras y de la  obscena presencia, esta invitación a la alegría. 




INVITACIÓN 
Es la hora de amar la soledad. Es la hora -yo soy mío-  del bosque encendido.
                                                                                                     Antonio Rigo.

Entre el follaje  y las sombras llenas de luz que me arrojan
en  brazos del  canto de  los emboscados  en robles y castaños
protegidos contra el nombre  y la vida,  por el sonido.
Y por  la brisa que  alivia con su frescura, en el corazón,
la victoria de la quietud tras, previas, tantas derrotas.  Entonces,
por todo y un poco más,  con rasguños del dolor y sus rescoldos,
del pasado, nada es   tiempo  cual sujeto   que se enroca ,
pasivo, en los pliegues  de mi alma:  son  ámbito y placer
 los dientes de(l) león,  rabiosos en el verde,  
que hacen de mis pasos redundancias de  imágenes  
cuando  llega quien  desea el tacto de mis palabras:
 tímida, se reboza  Cálida en el polvo y me rodea  con sus maullidos
 la cintura de los  sentidos. Y mientras, en la higuera, es envidia
 el cerezo  embriagado  por la sazón del color
en el  paladar. Abro, entonces, mis sentidos a la razón
y hago música con las cuerdas del corazón, una sinfonía:
 mis árboles son  alma de los pájaros  que  hablan
 de los ojos de Dios, hijo de las estrellas y de la infinidad;
 aletean   para llegar conmigo  al  mañana  y decirme,
con las hojas hechas  violín, que  sus notas de suave
crepuscular, serán siempre y mañana, con esperanza y
convencimiento,  la fuerza  del nombre  en  la rueda del vivir.  

martes, 4 de abril de 2017

 La  esclavitud de ayer como  la de hoy, se resume en la palabra  escombrera. Tan de actualidad  la digital como la de antaño,  la del      carbón.  


La escombrera.



Vertedero. Al final, lo de siempre: las viejas letrinas
donde vomita  la avaricia, son escupideras
de la técnica, ávidos  fantasmas que  delimitan,
 del  pasado, las  piedras del sudor, áridos de la sangre
 y  el relleno del dolor. Todo sin nombre y  nada del ayer. 
Un color de pesadilla pierde el recuerdo en la savia
 del olvido. Indiferencia y sangría que nunca llegaron
del saco sin fondo que fueron sus minas:
en el arranque, en el túnel sin tiempo, aquellos pulmones,
con  aroma de  silicosis, eran la   vida  de  un sonido,
la escaramuza del infierno. En las tinieblas, los abrazos
gritaban   la muerte, el terror y el millón de quejas
que alienta el silencio: la mano extendida que  ofrecía,
a cambio del luto, restos de soledad y de miseria.

Para nada: escriben la historia en la tinta del agua
cuando te destripan: ni les importa ni quitan el polvo
siquiera. Como entonces y siempre, aptos para la carroña,
les interesa la tierra vestida de blanco, la que rezuma
la leche negra que alimenta el color del oro, el poder
del fuego en  las sombras de una esperanza.

Ni dignidad ni memoria de estos bastardos: serán ceniza
y residuo del mañana, ojos sin niños y  palabras sin alma.
¡Qué terca y pesada es la historia por la manía de sacar a la luz lo que con tanto secreto estuvo en el arcano de los tiempos aquellos!


 El universo de papel: El hombre que amaba los perros.

El libro que le sugerimos es una novela donde se describe la inhumana desmesura de la que hicieron gala las dictaduras del Ss. XX; la misma   que define el trabajo de aquellos revolucionarios que lucharon hasta lo indecible para que  su ideología cimentase los pilares del  Estado: es el caso del comunismo y del fascismo, las dos lacras ideológicas que más muertos y  miseria propiciaron en la historia de la humanidad, y cuyo origen está en el miedo a la libertad, como bien escribe  el autor del libro con ese mismo título,  Eric Froom. Y como dice Padura en su novela, El hombre que amaba a los perros (Tusquest, 2015),  todo fue un proceso en tiempos en los que ni  la duda estaba permitida:   una definición perfecta para entender la historia de Stalin, el enterrador. En busca del poder absoluto por medio del comunismo, como ideología,  y las sangrientas purgas como recurso principal, lo consiguió cuando el Estado quedó bajo el control absoluto del partido comunista a su vez atenazado por el puño de hierro que era la mano de su secretario general. Con esta estructura  férrea, aunque con medio injustos,  consiguió el fin que se proponía sin importarle, en absoluto, las consecuencias; de ahí salieron  los millones de muertos necesarios para implantar el paraíso comunista. Y programado todo con tanta precisión y violencia por el padre de los trabajadores del mundo, que esta novela de Paduro más parece un manual de los horrores que un trabajo de la imaginación. Es una novela donde quedan destapados los malévolos recursos empleados tanto por el comunismo cubano como por el bolchevismo en la Rusia de entonces: descastar  de raíz cualquier síntoma de oposición al dirigente supremo como a la sanguinaria ideología, era el objetivo único que se proponían; como ejemplo de lo que escribimos,  reléase el muy meditado y premeditado asesinato de Trosky a manos del español Ramón Mercader, personaje perfectamente descrito en la preparación  del magnicidio que con su piolet perpetró en Méjico. Y por si hay duda  alguna de lo que decimos,  a Padura lo avala en su trabajo como escritor, la novela del español Andrés Nogales que se titula El maestro Juan Martinez estaba alli, tan espeluznante como la que recomendamos.

No es de extrañar, pues, cuando leemos El fin del homo sovieticus, que en sus páginas asomen almas de entonces marcadas a sangre y fuego por lo que vivieron, sin posibilidad alguna de escapar a tanta barbarie. Es lo que fue.


Saber para vivir 



AFRODITA




 La  recomendación de un libro sobre la mitología griega se hace interesante cuando  hacemos nuestras  las palabras de un afamado psiquiatra quien dice que solo el hombre maduro es capaz de comprometerse. La madurez de los sentimientos significa la necesidad de salir de uno mismo y querer encontrarse con otra persona para …. Es la magia de la vida y quien tiene magia no necesita trucos.
Las escribe cuando explica el síndrome de Afrodita, la diosa griega del amor. Cuya vida, venturas, aventuras y desventuras están perfectamente descritas en el libro de Robert Graves que le recomendamos como lectura.  Tan humana y femenina  que sus comportamientos  en las relaciones sexuales, son tan de mujer que, fingiendo sexo, como ellas,  lo que realmente busca es amor.
Por el contrario, si hablamos del hombre, escribir que cuando finge amor, lo único que busca es sexo, es pasar página en el libro de Robert Graves y buscar las características que tiene Narciso, coincidentes con el síndrome de Simón o de Peter Pan. Que se lo pregunten a Eco, enamorada de Narciso: se pasó la vida languideciendo de amor y humillación,  hasta que solo  quedó  su voz.
 Porque Narciso, como había predicho el viejo Tiresias, solo murió cuando se conoció a sí mismo. Y murió: de su sangre brotó la flor blanca del narciso con su corola roja.
Estos dos ejemplos y más quizás sirvan para sugerir su lectura; por ejemplo,  si quieren saber para qué sirve el tacto, basta con leer lo que Eurímone consiguió cuando frotaba el viento con las palmas de su mano. Es más, si  os interesa saber, como lectores, las consecuencias de la sinceridad,  lean lo que le paso  a Tiresias  por decir a Hera la verdad de su relación sexual con Zeus.

                                         Si el placer del amor en diez partes dividía
                                         tres por tres a las mujeres, una a los hombres daría.



-          El libro se titula LOS MITOS GRIEGOS.- Ed. Ariel.

Cuánta vida en esta explosión de belleza  que son las flores: abrir los ojos es buscar sofitos para 
para mirar y sentir la alegría de vivir como hacen los pájaros que están locos por dejar constancia de sus melodías.




Y vuelta a empezar.


                                     Quiero  hacer contigo lo
                                      que la primavera  hace
                                      con los cerezos.-  Pablo Neruda.


Como siempre, con  la marea a favor,  arrebujado en el verbo  y con las velas
henchidas contra el tiempo y la dichosa esperanza, alma del mañana
contra  la fuerza del vivir,
donde la raíz sin nombres  en la mochila, allí está la fuerza.

Son  frutos del silencio las flores de la luz y del aire que volatiza
 el aroma del fruto que la imagen mascará sin daño ni dolor:
este marzo de gozo y sin días con miles de brotes en el cabestrillo,
simples variantes del color que el tacto convierte en los fuegos del deseo;  
 como siempre, este marzo, como el otro y tal vez el siguiente,
es  vida   en el estribo  para el galope  de siempre:  y vuelta a empezar.

¿Cómo, entonces, volver la vista y caminar, la  frente alzada, con el futuro
en el quicial y el dolor acechante con las palabras como razón? La duda,
bruja aliada de la debilidad, nunca se alimenta del instante ni de la belleza
que tanta suma de flor me halaga los sentidos; por ello, gracias a Dios y
al silencio con su fuerza telúrica en las entrañas, mañana es marzo, puntual
contra el cansancio del  vivir y las mañas del sueño para engañar
el ansia  del mirar y buscar las entrañas del volcán que llevamos dentro: 
todo apunta a lo mismo, a la prontitud necesaria para encontrar
esas referencias colgadas en los frígidos dedos  del cerezo o el endrino,
en Ramoniz, página blanca donde mis pensamientos

son estambres y   pistilos y corolas donde el cáliz contra el estigma del sufrir.