martes, 4 de abril de 2017

¡Qué terca y pesada es la historia por la manía de sacar a la luz lo que con tanto secreto estuvo en el arcano de los tiempos aquellos!


 El universo de papel: El hombre que amaba los perros.

El libro que le sugerimos es una novela donde se describe la inhumana desmesura de la que hicieron gala las dictaduras del Ss. XX; la misma   que define el trabajo de aquellos revolucionarios que lucharon hasta lo indecible para que  su ideología cimentase los pilares del  Estado: es el caso del comunismo y del fascismo, las dos lacras ideológicas que más muertos y  miseria propiciaron en la historia de la humanidad, y cuyo origen está en el miedo a la libertad, como bien escribe  el autor del libro con ese mismo título,  Eric Froom. Y como dice Padura en su novela, El hombre que amaba a los perros (Tusquest, 2015),  todo fue un proceso en tiempos en los que ni  la duda estaba permitida:   una definición perfecta para entender la historia de Stalin, el enterrador. En busca del poder absoluto por medio del comunismo, como ideología,  y las sangrientas purgas como recurso principal, lo consiguió cuando el Estado quedó bajo el control absoluto del partido comunista a su vez atenazado por el puño de hierro que era la mano de su secretario general. Con esta estructura  férrea, aunque con medio injustos,  consiguió el fin que se proponía sin importarle, en absoluto, las consecuencias; de ahí salieron  los millones de muertos necesarios para implantar el paraíso comunista. Y programado todo con tanta precisión y violencia por el padre de los trabajadores del mundo, que esta novela de Paduro más parece un manual de los horrores que un trabajo de la imaginación. Es una novela donde quedan destapados los malévolos recursos empleados tanto por el comunismo cubano como por el bolchevismo en la Rusia de entonces: descastar  de raíz cualquier síntoma de oposición al dirigente supremo como a la sanguinaria ideología, era el objetivo único que se proponían; como ejemplo de lo que escribimos,  reléase el muy meditado y premeditado asesinato de Trosky a manos del español Ramón Mercader, personaje perfectamente descrito en la preparación  del magnicidio que con su piolet perpetró en Méjico. Y por si hay duda  alguna de lo que decimos,  a Padura lo avala en su trabajo como escritor, la novela del español Andrés Nogales que se titula El maestro Juan Martinez estaba alli, tan espeluznante como la que recomendamos.

No es de extrañar, pues, cuando leemos El fin del homo sovieticus, que en sus páginas asomen almas de entonces marcadas a sangre y fuego por lo que vivieron, sin posibilidad alguna de escapar a tanta barbarie. Es lo que fue.

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