Cuánta vida en esta explosión de belleza que son las flores: abrir los ojos es buscar sofitos para
para mirar y sentir la alegría de vivir como hacen los pájaros que están locos por dejar constancia de sus melodías.
Y vuelta a empezar.
Quiero hacer contigo lo
que la
primavera hace
con los
cerezos.- Pablo Neruda.
Como siempre, con
la marea a favor, arrebujado en
el verbo y con las velas
henchidas contra el tiempo y la dichosa esperanza, alma
del mañana
contra la fuerza
del vivir,
donde la raíz sin nombres
en la mochila, allí está la fuerza.
Son frutos del
silencio las flores de la luz y del aire que volatiza
el aroma del fruto
que la imagen mascará sin daño ni dolor:
este marzo de gozo y sin días con miles de brotes en el
cabestrillo,
simples variantes del color que el tacto convierte en los
fuegos del deseo;
como siempre, este
marzo, como el otro y tal vez el siguiente,
es vida en el estribo
para el galope de siempre: y vuelta a empezar.
¿Cómo, entonces, volver la vista y caminar, la frente alzada, con el futuro
en el quicial y el dolor acechante con las palabras como
razón? La duda,
bruja aliada de la debilidad, nunca se alimenta del
instante ni de la belleza
que tanta suma de flor me halaga los sentidos; por ello,
gracias a Dios y
al silencio con su fuerza telúrica en las entrañas,
mañana es marzo, puntual
contra el cansancio del
vivir y las mañas del sueño para engañar
el ansia del mirar
y buscar las entrañas del volcán que llevamos dentro:
todo apunta a lo mismo, a la prontitud necesaria para
encontrar
esas referencias colgadas en los frígidos dedos del cerezo o el endrino,
en Ramoniz, página blanca donde mis pensamientos
son estambres y
pistilos y corolas donde el cáliz contra el estigma del sufrir.
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